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MINISTERIO DE RELACIONES INTERIORES Y EXTERIORES.
Excelentísimo señor:
Cuando, nombrado confidencialmente por Vuestra Excelencia, Ministro de Relaciones, e invitado para formar el gabinete, hice presente la ignorancia inculpable en que me hallaba sobre la situación de los hombres y las cosas. Vuestra Excelencia se dignó insistir en sus órdenes hasta el punto y en términos de que hubiera sido necesario no ser hombre para rehusar por más tiempo el servirle. Pasados, pues, tres días, acepté el nombramiento oficial; la grande y vital necesidad que yo veía en aquellos momentos era que el gobierno prontamente apareciese organizado.
Ahora comienzo ya a comprender la situación, y por las últimas y muy dilatadas conferencias que he tenido con el señor Ministro de la Guerra, he sabido entre otras cosas, el verdadero camino que sigue la presente revolución. Yo lo suponía ya, pero no puedo dudarlo cuando el mismo señor Ministro me lo ha explicado. Entonces, y muy detenida y fríamente, hemos discutido nuestros medios de acción, y yo he reconocido que son inconciliables, aunque el fin que nos proponemos sea el mismo.
Suponiendo ambos sistemas de medios igualmente acertados, como sin duda son igualmente patrióticos, hay de la parte del señor Ministro de la Guerra los antecedentes de poseer toda la tradición y el espíritu del plan de Ayutla, no menos que acabar de sellar con largos y muy meritorios sacrificios su decisión parla causa de la libertad.
Como en la administración los medios son el todo, una vez que se ha conocido y fijado el fin, he creído mi deber, llegado como he al terreno de las imposiciones, separarme del Ministro de Relaciones, reconociendo que no esta mi ocasión de obrar, porque yo no entraré en ese camino, y porque la naturaleza misma de lo adelantado que se está impide ya separarse de él.
Así, pues, espero que Su Excelencia, haciéndome la justicia de creer que he tomado una resolución invariable, y que la apoyo en mi convicción y mi conciencia, se dignará, como rendidamente se lo suplico, aceptar mi renuncia de la cartera que me había confiado.
Conviene que Su Excelencia sepa, y aprovecho la ocasión de repetirlo, que en mí liene un amigo apasionado, y que no por llenar las fórmulas de la urbanidad, sino por desahogar mi corazón, le pido acepte, con mi gratitud por sus bondades, mi más estrecha adhesión y mis respetos.
Dios y Libertad. Cuernavaca, octubre 20 de 1855.
M. Ocampo.
[INAH, 50-0-3-23].
Obras Completas de Don Melchor Ocampo, Tomo IV. Raúl Arreola Cortés.
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