domingo, 16 de septiembre de 2007

Jornada: El grito






Velos tricolores taparon las fotos de AMLO y a su seguidores que aún quedaban a las 11 de la noche
Calderón sólo vio el tercio de Zócalo tomado por el EMP
Dividida con vallas, la Plaza de la Constitución fue testigo del primer Grito del michoacano
Montones de bocinas a ras de tierra acallaron vítores tanto de panistas como de lopezobradoristas
Arturo Cano y Claudia Herrera


Corramos un discreto velo sobre la parte pecaminosa de esta fiesta, habría escrito el argumentista de cuentos de monitos. El gobierno de Felipe Calderón borra así, con un discreto velo tricolor, los pocos cartelones y fotos de Andrés Manuel López Obrador que quedan a esa hora, las 11 de la noche, para que en su primer grito zocalero, el panista sólo vea el tercio de la plaza tomado por el Estado Mayo Presidencial.
Sólo eso falta. Porque este 15 de septiembre, Calderón pasa del gasolinazo al bocinazo. Y acá en Palacio Nacional las consignas de los pocos lopezobradoristas que permanecen en la Plaza de la Constitución son sólo un rumor. Es decir, Felipe Calderón, su gabinete e invitados ya no las oyen. Y ahora, gracias a las veinticinco mantas tricolores desplegadas al final del tercio calderonista del Zócalo, justo con el balcón central de Palacio como eje, tampoco los ven.
Es decir, les grito, pero ni los veo ni los oigo, homenaje septembrino y patrio a la originalidad del segundo gobierno del cambio.
El bocinazo les cuesta a todos, porque nadie oye nada. Cuatro enormes grúas cargadas de bocinas son completadas con montones de cubos de sonido puestos como dados a ras de tierra. Retiembla el pavimento; retiembla la plaza, no a cañonazos, sino a bocinazo limpio.
Las mantitas desaparecieron de la vista de los invitados y del presidente Felipe Calderón. Unos cuantos carteles insultantes, algunas fotos de El Peje, unos globos blancos, justo cuando el mandatario hizo su aparición para dar el ortodoxo grito que eligió: los héroes esenciales de la Independencia, y nada más.
“Ahí viene, ahí viene!” “¡Uuuuuuuuhhhh!”, vitorean los invitados especiales no tan especiales, es decir, los que pueden ver el Grito no en los balcones, sino abajo, aunque protegidos por filas interminables de soldados vestidos de civil. Hace un año el clamor zocalero era “voto por voto”. Vicente Fox se había ido con la fiesta a otra parte y la plaza era del “movimiento de resistencia civil”. Ahora los gritos se pierden, incluso los muy pocos favorables.
Cuatro o cinco veces, un pequeño grupo de jóvenes detrás de la primera valla exclama, sobre todo en los breves silencios entre una pieza musical y otra: “¡Felipe, Felipe, Felipe!” Cuando la figura de Calderón asoma en el balcón central, los jóvenes se roban la consigna lopezobradorista: “¡Pre-si-den-te, Pre-si-den-te!” Son pocos y la gente de alrededor no los sigue.
Dividido el Zócalo a la manera de corrales. En la primera parte, pegada a Palacio, están los equipos de sonido, las bandas militares de música, la prensa y los invitados especiales. Tras una primera valla está el grupo de jóvenes gritones. Uno de ellos clama, emocionado: “¡Este sí es el bueno!” Sus amigos lo regañan e intentan corregir: “¡El otro es candidato, el otro es candidato!”
Felipe Calderón cumple el ritual. Toca la campana. Ondea la enseña patria. Los jóvenes lo apoyan aunque no los oiga. Son unos cuantos, pero a ellos sí los ve. Los de atrás han salido de la mirada de los invitados, como Ruth Zavaleta, la presidenta de la Cámara de Diputados, salió de las pantallas el pasado primero de septiembre. Ahora, sin embargo, no podrán decir que fue una falla técnica.
Antes que el cielo se inunde de luces, los jóvenes vuelven a gritar: “¡Viva Felipe Calderón!” “¡Viva!” En medio de ellos levanta el puño derecho y grita con fuerza Mariana Gómez del Campo, presidenta del PAN en el Distrito Federal, y prima de Margarita Zavala, la esposa del Presidente de la República.
¿Lo que las urnas non dan, EMP presta?
Alguna vez, refiriéndose a la cultura política mexicana, Felipe Calderón repitió la vieja frase de que “todos los mexicanos llevamos un priísta dentro”.
Esta noche de Grito parece haber emergido el suyo. Los priístas eran magos en pintar bardas, simular obras, armar fachadas instantáneas para “llenarle el ojo al Presidente”. Caray, hay que reconocer que sí hay cambio.
Hoy los artilugios sirven para que al Presidente no se le llene el ojo de nada, digamos, molesto.
¿Qué gana Felipe Calderón con su guerra de vallas y sonido? Una imagen que ni siquiera las pantallas le regalan, la de un político que puede cumplir con todos los rituales de la Presidencia, así sea a costa de caricaturizar los mismos rituales en que quiere ser consagrado.
Calderón no ha cumplido un año en la silla presidencial y ya ha obsequiado al país un buen número de ceremonias consagratorias de su mando. Pero ¿alguien recuerda su celebración de los primeros 100 días de gobierno? ¿Alguien, fuera del círculo íntimo familiar y partidista, recuerda la conmemoración de su triunfo electoral el pasado 2 de julio? Convencido de que el ritual del Informe presidencial está agotado, Calderón organiza al día siguiente una ceremonia no para informar, sino para relaborar sus promesas de campaña y ensalzar su figura frente a unos cuantos empresarios y los empleados de su gobierno. Todos estos actos han sido posibles, además, gracias a aparatosos despliegues militares y policiacos. Como el de esta noche de Grito.
Lo que las urnas non dan –al menos no a los ojos de algunos millones– el Estado Mayor non presta.
Vallas para los invitados
La seguridad del Presidente y el estilo calderonista igualan clases y posiciones, hay que reconocerlo. Después del Grito, el Presidente baja al patio central de Palacio. Aunque todos son invitados, hay unos más iguales que otros. Y el patio central, con su fuente de Pegaso al centro, está dividida por vallas, como el Zócalo (sólo que las de adentro están forradas de terciopelo). Hay zona presidencial, zona VIP, áreas exclusivas para los militares y otras para el resto de los invitados.
La fiesta es en grande, aunque ya para entonces se ha retirado una invitada especial que compartió el balcón con el gabinete en pleno: la profesora Elba Esther Gordillo. El mariachi de la Secretaría de Marina recibe a Calderón con Caminos de Michoacán. El ballet de Amalia Hernández muestra sus artes. El mariachi Gama 1000 se arranca cuando ya Calderón está sentado con los legisladores Santiago Creel y Cristian Castaño, acompañados de sus respectivas familias.
No hay “besamanos” ni desfile de políticos porque rápidamente el Estado Mayor Presidencial establece un discreto “cerco” para proteger al mandatario de sus invitados. Incluso los meseros se ven en problemas para acercar sopes y quesadillas a las zonas de la very important people.
A las 12:30 el Presidente sigue ahí, celebrando con tequila su primer Grito, su tercio de Zócalo y sus mantas para no ver las escenas incómodas.
Y ojos que no ven… El superasesor presidencial, Juan Camilo Mouriño, se declara feliz y anuncia que el país entero está “tranquilo y en calma”.

Jornada: Jaime Avilés



Gobiernos federal y del DF sortean enfrentamiento tras siete horas de negociación
Con vivas a los desaparecidos políticos, Rosario Ibarra da el Grito de los libres
Miles de personas optan por abandonar el Zócalo para no escuchar a Felipe Calderón
Jaime Avilés


A una propuesta de Jesusa Rodríguez, después de votarla a mano alzada, decenas de miles de personas abandonaron el Zócalo anoche apenas concluyó la ceremonia del Grito de los libres. Fue el final de una larga y tortuosa jornada que empezó el viernes a las dos de la tarde, pero tuvo momentos de alta tensión poco antes del amanecer del sábado.

Siete horas de negociación entre representantes de los gobiernos federal y capitalino produjeron un acuerdo para poner fin a la guerra de los equipos de sonido que había ensordecido a la multitud desde las dos de la tarde. Sin embargo, el pacto fue roto pasadas las nueve de la noche por la gente de Palacio Nacional, que subió al máximo el volumen de sus poderosas bocinas para tratar de sofocar las palabras que desde el templete ubicado ante el hotel Majestic tachaban a Felipe Calderón de “espurio”, “pelele” y “ratero”.

Lo convenido era que el Grito de los libres se desarrollaría sin obstáculos de nueve a 10 de la noche, y que de 10 a 11 la plaza quedaría a disposición del gobierno federal, culminando con el otro Grito, tras el cual ambos bandos ocuparían el cielo con sus artificios de pirotecnia.

Pero la historia viene de mucho más atrás. El Estado Mayor Presidencial ocupó la cuarta parte del Zócalo ante la fachada de Palacio Nacional desde el viernes de la semana anterior. A lo largo de ocho días hubo un forcejeo permanente entre los custodios de esa frontera y de los usuarios y expositores de una feria artesanal organizada por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, que ocupaba el resto de la plancha.

El temor de los militantes de la Convención Nacional Democrática (CND) era que la noche de anteayer viernes el EMP intentara adueñarse de toda la Plaza Mayor, por lo que desde las dos de la tarde de ese día aparecieron dos docenas de tiendas de campaña ante las rejas de la absurda línea Maginot.

Durante la noche los refuerzos se multiplicaron en la medida que la Policía Federal Preventiva (PFP) y los soldados incrementaran su presencia dentro y delante del palacio, todo ello mientras en una y otra orilla de la plaza eran edificados los escenarios para las respectivas ceremonias.

Duelo de bocinas

Para el grito de Felipe Calderón, la firma OCESA trajo el equipo de sonido considerado más potente de América Latina, que colgó en impresionantes torres de bafles desde las plumas de media docena de grúas. Las pruebas de audio efectuadas el viernes por la noche barrían toda la superficie del Zócalo y no le permitían a la gente ni siquiera hablar.

Ante esto, Marcelo Ebrard sacó la casta y mandó traer dos equipos de sonido que en conjunto superaron por algunos cuantos decibeles al de OCESA, cosa que irritó sobremanera al Estado Mayor Presidencial.

Tanto así, que el sábado a las cuatro de la mañana contingentes de la PFP armados con escudos, toletes, cascos, rodilleras y hombreras, como si fueran a una gesta en defensa de Ulises Ruiz, rodearon súbitamente las torres de sonido del GDF, lo que hizo salir de sus tiendas de campaña y sarapes a cerca de mil 500 militantes de la CND que de inmediato se subieron al escenario colocado ante el hotel Majestic y se dispusieron a defenderlo con sus cuerpos, mientras mensajes de teléfono celular daban aviso a los blogs de la Resistencia Civil Pacífica, que a su vez comenzaron a emitir llamados a que toda la gente que pudiera se dirigiera en ese momento al Zócalo “para defender la plaza, desde adentro o desde afuera” como lo pidió, por ejemplo, el del Sendero del Peje.

Entonces la intervención de los granaderos de la policía capitalina se desplegó a prudente distancia, lo que obligó a los de la PFP a replegarse a Palacio Nacional poco después de las cinco de la mañana. Pero entonces vino la contraofensiva. Alrededor de las siete, como en un extraño juego de ajedrez, el GDF adelantó seis grúas con sus respectivas torres de bocinas hasta el centro de la plaza, alineadas a la izquierda y a la derecha del astabandera y a pocos metros de las torres de altavoces de OCESA, lo que produjo una imagen de batalla medieval, sólo que en lugar de catapultas las armas apuntadas frente a frente eran grúas con bocinas.

Tres horas después, los de la PFP regresaron al Zócalo y rodearon las grúas capitalinas, lo que revelaba profunda indignación de los calderónicos que habían perdido su ventaja tecnológica debido al movimiento estratégico del adversario. Esto puso en alerta de nuevo a la CND, cuyos militantes temieron que los del bando opuesto trataran de cortar los cables o echaran a perder con cubetazos de agua los sistemas electrónicos de las bocinas de vanguardia.

Pero de nuevo la calma se restableció en breve, para dar paso a lo que sería una verdadera tortura para miles y miles de personas durante las horas siguientes, cuando ambos equipos de sonido se enfrascaron en un duelo de músicas y discursos que por momentos era sin duda alguna enloquecedor, pero como no podía ser de otra manera, le deparó ganancias adicionales a Carlos Slim, porque las farmacias de los Sanborns aledaños hicieron su agosto en septiembre vendiendo tapones para los oídos.

En ese contexto comenzó una negociación entre representantes de los dos mariscales de campo, que se prolongó desde las dos de la tarde hasta las ocho y media de la noche, cuando convinieron que el Grito de los libres silenciaría las bocinas de Calderón de nueve a diez de la noche.

Entonces, en una jugada imprevista, Jesusa Rodríguez, Froylán Yescas, Rafael Hernández, Ricardo Ruiz y los integrantes del “gabinete legítimo” de Andrés Manuel López Obrador ocuparon el escenario del GDF e iniciaron la ceremonia del Grito de los libres, con consignas de apoyo a Andrés Manuel y lluvias de epítetos negativos contra Calderón. Éste demostró que no era capaz de aguantar que le gritaran “pelele”, “espurio” y “ratero”, a lo que respondió mandando al escenario a una muchacha de aspecto típicamente panista, con cara y voz de vinagrillo, lo más parecido a Gabriela Cuevas, quien sirviéndose de toda la potencia de las bocinas de OCESA disparó sobre el Zócalo sus horripilantes notas canoras, con lo que la batalla del ruido que se había verificado en la tarde se reanudó, pero esta vez con el Zócalo repleto de poco menos de 100 mil personas que quedaron atrapadas entre dos fuegos, la mayoría de las cuales sin embargo se esforzaba por contrarrestar las vociferaciones de la panista, coreando a todo pulmón el segundo apellido de López Obrador, mientras Jesusa desde el templete del hotel Majestic se desgañitaba recordando al público que Calderón no había atraído al Zócalo a nadie que tuviera ganas de apoyarlo, y que detrás de las vallas había 5 mil aspirantes a la Policía Federal Preventiva, a quienes para hacer méritos el gobierno federal los citó en el Zócalo desde las seis de la mañana.

En punto de las 9:45 de la noche, tal como había quedado establecido en el acuerdo que Calderón rompió, la senadora Rosario Ibarra de Piedra, designada por la CND, pronunció la arenga del Grito de los libres, y fue en ese único instante cuando la esperpéntica música panista desde el otro lado de la plaza desapareció.

“¡Vivan los héroes que iniciaron la lucha por darnos patria y libertad!”, exclamó la vieja e invencible luchadora regiomontana, antes de pedir vivas para Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos, Leona Vicario y, subrayadamente, “los presos y desaparecidos políticos que dieron todo por la libertad de este país”, palabras que cerraron de emoción la garganta de miles, pues en ellas estaba implícito el recuerdo del joven guerrillero Jesús Piedra Ibarra, secuestrado en 1975 por el gobierno de Luis Echeverría.

Y entonces, una vez que una débil campanita como de sacristía sonó varias veces con timidez, el Grito de los libres llegó a su fin, y Jesusa Rodríguez retomó el micrófono para hacer las siguientes preguntas: “¿Nos vamos o nos quedamos?”, tras lo cual argumentó la conveniencia de que la multitud se retirara “para que se quede solo el pelele y la banda de mafiosos que están en Palacio Nacional”. Por notoria mayoría se aprobó la retirada que, a querer o no, marca un hito en la historia de México, pues hasta donde esta crónica recuerda, nunca había acontecido en un 15 de septiembre algo así.

Pero lo más importante es que esas decenas de miles de seguidores de López Obrador que aceptaron la oferta de la prudencia, abandonaron el Zócalo lamentando en lo más profundo del corazón que su propia grandeza política los obligara a desperdiciar la ocasión de pronunciar una mentada de madre masiva, con la que llevaban soñando sin duda largos meses. Ahora, la próxima cita para la CND de nuevo en el Zócalo será el 20 de noviembre y con la participación estelar de quien al menos la mitad de los electores de este país considera el verdadero presidente de México.

Jornada: AMLO



Sólo el pueblo podrá abolir el régimen corrupto, dice en la ceremonia de Oaxaca
Indígenas, obreros y migrantes, en el Grito de Independencia de AMLO

¡Que no crea el pelele que tiene de su lado a los militares y a sus familias!, afirma

Ciro Pérez Silva (Enviado)


Andrés Manuel López Obrador durante el Grito en San José Tenango Foto: La Jornada
San José Tenango, Oax. 15 de septiembre. En punto de las 23 horas, desde este lejano municipio de la sierra mazateca, Andrés Manuel López Obrador lanzó al aire el Grito de la Independencia con la advertencia de que sólo se podrá abolir el régimen de corrupción a través del pueblo y para el pueblo.
Enarbolando la bandera nacional, López Obrador convocó a los indígenas reunidos en la plaza de este municipio a desterrar la discriminación, el odio, la desigualdad y la codicia porque en México, aseveró, “¡debe haber patria para todos!, ¡arriba los pobres, abajo los privilegios!”.
Antes de mencionar a los padres de la patria, lanzó vivas a los indígenas, a los campesinos, obreros, migrantes, artistas, maestros, profesores, sectores productivos y estudiantes en medio del aplauso mazateco.
Nombró luego a Hidalgo, a Josefa Ortiz de Domínguez, a Morelos, a Juárez, a los hermanos Flores Magón, a Francisco I. Madero, a Villa, a Zapata y al general Lázaro Cárdenas del Río, vitoreó también a los héroes anónimos y a los asesinados por defender las causas populares y demandó la libertad de los presos políticos, fue una arenga que resonó en la explanada, en las milpas y en el cerro de esta comunidad y que hizo, por un momento, especiales a los mazatecos y al mismo tiempo iguales al resto de los mexicanos.
A esta inusual fiesta llegaron por millares y se quedaron aquí hasta las primeras horas de la madrugada en medio de cohetones, música, banderas, confeti y de los 6 mil tamales que se prepararon para la ocasión, fueron momentos para la anécdota de aquellos que desde aquí partieron a la ciudad de México y se sumaron a aquellas concentraciones en el Zócalo posteriores al 2 de julio y de las que a partir de hoy correrán por estas tierras luego de estas inusuales fiestas patrias para los mazatecos.
Antes, en Huautla de Jiménez, la ciudad de las nubes, López Obrador dio también un grito adelantado de Independencia y denunció que es inaceptable que haya en México funcionarios, como los ministros de la Corte, que devenguen salarios de más de 500 mil pesos mensuales o que los ex presidentes reciban pensiones millonarias mientras la pobreza lacera al país.
Aseveró que es fundamental una transformación política y económica en México, tan trascendente como lo fueron en su momento los movimientos de Independencia, Reforma y Revolución, “una transformación por la vía pacífica, sin violencia, con una revolución de las conciencias”.
En la plaza principal de este municipio llamó a que este cambio sea de fondo, de raíz, porque México no puede continuar con la misma política económica ni con la misma actitud política, “tenemos que cambiarlo ya, antes de que nos dejen un país empequeñecido, sin posibilidad alguna de recuperarse, tenemos que organizarnos y cambiar ya”.
“Calderón no merece respeto”
Al mediodía, en Teotitlán de Flores Magón, López Obrador había señalado ya que este 15 de septiembre habría dos gritos de Independencia: en el Zócalo “el del usurpador, y en San José Tenango el de las mujeres y los hombres libres, de los que quieren que haya un cambio en el país”.
En esta tierra que lleva el nombre de esos luchadores sociales, comentó que en la ciudad de México Felipe Calderón había iniciado los preparativos para conmemorar un aniversario más del inicio de la Independencia de México, llenando de soldados y vallas la plancha del Zócalo; “esto lo hace porque no ha podido legitimarse; desde aquí, saludo a los miembros del Ejército Mexicano, porque muchos, sobre todo los de abajo, están con nosotros, ¡que no se crea el pelele de Calderón que tiene de su lado a los militares y a sus familias!”, aseveró.
López Obrador recordó entonces que, como el resto de los mexicanos, aquí se padecen los efectos de una crisis económica que se agravará con el incremento a la gasolina y el diesel “que propuso el usurpador al Congreso, y que aprobaron los priístas y los panistas, las cosas no marchan bien en nuestro país, ni en lo político ni en lo económico”.
Aseguró que Felipe Calderón “no merece respeto, porque no respeta al pueblo de México, así lo saben ahora quienes se dejaron engañar en las elecciones del 2 de julio de 2006, cuando les prometió bajar el costo de la gasolina, ahora todo va a subir, los productos, los pasajes, además de que seguirá sin haber empleos para los mexicanos, tampoco hay apoyo para los campesinos, que cada vez compran más caro y lo que producen lo venden más barato”.
Entonces mencionó que apenas ayer, durante su visita a San Felipe Usila, la comunidad de ese municipio esperaba el arribo de los cuerpos de dos jóvenes, quienes murieron en el intento de cruzar la frontera hacia Estados Unidos en busca de las oportunidades de empleo que México no les dio.
“No queremos que se mantenga esta monstruosa desigualdad, donde unos cuantos lo tienen todo y la mayoría no tiene nada, no es justo, no es humano, no es cristiano, es necesario que nos apresuremos a cambiar este régimen que nos afecta a todos”, insistió.
Dijo que este es justamente el propósito de celebrar el Grito de Independencia en esta comunidad y el de haber recorrido los días previos a las fiestas patrias las regiones de la Cuenca y de La Cañada, en las que conviven nahuas, mazatecos y chinantecos, “para refrendar nuestro compromiso con la gente pobre, con la gente humilde. No debemos olvidar que es tierra de luchadores sociales que pelearon por la justicia, lucharon por la independencia y por los desposeídos, no debemos olvidar que había magonistas en Cananea y en Río Blanco”.
Insistió en que el cambio no se va a dar “de arriba para abajo” porque al “gobierno usurpador no le importa ni el país ni su gente, y por eso es este movimiento. No es que seamos rebeldes sin causa, tampoco que queramos buscar el poder por el poder, sino de que las cosas cambien en favor de los mexicanos; de este movimiento depende que podamos sacar al país de la pobreza y la marginación”, dijo.

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