LA REVOLUCION DE AYUTLA*
El grupo de liberales desterrados en Nueva Orléans emprendieron una lucha tenaz contra la dictadura de Santa Anna. Se trataba de hombres de acción, con amplia experiencia política, de firmes convicciones y muy capaces de llevar a la práctica sus ideales; algunos habían ocupado los más altos cargos como Gobernadores de sus Estados o Ministros.
La actividad de los desterrados fue heroica. Sin recursos, con graves estrecheses aun para subsistir, sacrificaban hasta su alimento para llevar a la imprenta periódicos, manifiestos: folletos y propaganda cuya finalidad era el combate contra la tiranía, el señalamiento de los atropellados y vejaciones, y la publicación de documentos en los que se exhibía a Su Alteza Serenísima como un traidor a la patria, que lejos de servirla se había aliado con sus enemigos para desmembrarla y venderla miserablemente. Sobre todo, gran parte de las actividades de aquel grupo de mexicanos combatientes, sirvió para encender el polvorín en los Estados fronterizos del Norte. Ahora que podemos leer la correspondencia de Ocampo y sus compañeros podemos medir la importancia de aquel frente de batalla con el que seguramente no contaba el dictador.
El plan de Ayutla no era más que plan cualquiera de los que habían servido hasta entonces para tumbar Presidentes. En síntesis decía que cesaba en el mando el general Santa Anna, que al triunfo de aquella rebelión se nombraría un Presidente interino, y se convocaría a un Congreso Constituyente. La reforma del plan, hecha en Acapulco sólo difería en los plazos y en el nombramiento de Comonfort como jefe de las fuerzas rebeldes.
Don Melchor Ocampo fue uno de los principales dirigentes de aquel movimiento renovador. En plena lucha fue nombrado el sucesor del general Juan Álvarez como jefe supremo, y al formarse el gobierno revolucionario el mismo Álvarez le nombró jefe de su gabinete. Ese fue el reconocimiento a su destacada participación en la lucha contra la dictadura.
* Obras Completas de Don Melchor Ocampo, Tomo IV. Raúl Arreola Cortés.
El grupo de liberales desterrados en Nueva Orléans emprendieron una lucha tenaz contra la dictadura de Santa Anna. Se trataba de hombres de acción, con amplia experiencia política, de firmes convicciones y muy capaces de llevar a la práctica sus ideales; algunos habían ocupado los más altos cargos como Gobernadores de sus Estados o Ministros.
La actividad de los desterrados fue heroica. Sin recursos, con graves estrecheses aun para subsistir, sacrificaban hasta su alimento para llevar a la imprenta periódicos, manifiestos: folletos y propaganda cuya finalidad era el combate contra la tiranía, el señalamiento de los atropellados y vejaciones, y la publicación de documentos en los que se exhibía a Su Alteza Serenísima como un traidor a la patria, que lejos de servirla se había aliado con sus enemigos para desmembrarla y venderla miserablemente. Sobre todo, gran parte de las actividades de aquel grupo de mexicanos combatientes, sirvió para encender el polvorín en los Estados fronterizos del Norte. Ahora que podemos leer la correspondencia de Ocampo y sus compañeros podemos medir la importancia de aquel frente de batalla con el que seguramente no contaba el dictador.
El plan de Ayutla no era más que plan cualquiera de los que habían servido hasta entonces para tumbar Presidentes. En síntesis decía que cesaba en el mando el general Santa Anna, que al triunfo de aquella rebelión se nombraría un Presidente interino, y se convocaría a un Congreso Constituyente. La reforma del plan, hecha en Acapulco sólo difería en los plazos y en el nombramiento de Comonfort como jefe de las fuerzas rebeldes.
Don Melchor Ocampo fue uno de los principales dirigentes de aquel movimiento renovador. En plena lucha fue nombrado el sucesor del general Juan Álvarez como jefe supremo, y al formarse el gobierno revolucionario el mismo Álvarez le nombró jefe de su gabinete. Ese fue el reconocimiento a su destacada participación en la lucha contra la dictadura.
* Obras Completas de Don Melchor Ocampo, Tomo IV. Raúl Arreola Cortés.