martes, 15 de abril de 2008

PEMEX


RETROCESO HISTÓRICO PDF Imprimir E-Mail
  • Para Lorenzo Meyer, las reformas energéticas propuestas por el presidente Felipe Calderón serán aprobadas porque ya fueron negociadas con el PRI. En entrevista con Proceso, el historiador afirma que este proyecto no es más que la conclusión de una larga marcha de la derecha que comenzó con el surgimiento del PAN en 1939 “y que ahora está queriéndole arrancar al cardenismo la joya de la corona”. En cambio, para el economista Rolando Cordera la derecha aún no ha ganado la batalla…
Image
Felipe Calderón pretende, junto con sus patrocinadores del sector privado y sus aliados priistas, concluir la “larga marcha” de la derecha mexicana contra la principal herencia de la Revolución y de Lázaro Cárdenas: La nacionalización de la industria petrolera

ÁLVARO DELGADO / APRO


MEXICO, DF, 12 de abril /
Con el conjunto de iniciativas que envió al Congreso el martes 8, Felipe Calderón pretende, junto con sus patrocinadores del sector privado y sus aliados priistas, concluir la “larga marcha” de la derecha mexicana contra la principal herencia de la Revolución y de Lázaro Cárdenas: La nacionalización de la industria petrolera.

“Es una vuelta al Porfiriato”, advierte el historiador Lorenzo Meyer, quien afirma que el proyecto privatizador de Calderón, materializado en las iniciativas de reforma petrolera, forma parte de una “sistemática ofensiva contra los valores del cardenismo”, entre ellos el ejido y el combate a la desigualdad.

“Lo que ahora vemos no es más que la conclusión de una larga marcha que comenzó con el surgimiento del Partido Acción Nacional (PAN), en 1939, y ahora está queriéndole arrancar al cardenismo la joya de la corona”, expone el investigador, al dar dimensión histórica a la decisión de Calderón.

Meyer, autor de libros imprescindibles sobre la industria petrolera –como México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942), editado por El Colegio de México en 1968, y Petróleo y nación (1900-1987). La política petrolera en México, escrito junto con Isidro Morales y editado, en 1990, por el Fondo de Cultura Económica (FCE)–, tiene la certeza de que las iniciativas serán aprobadas con el apoyo de los legisladores del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

“Nadie puede hacerse el tonto. Si la propuesta está es porque ya se negoció con el PRI. Si no se hubiera negociado, no envía esa propuesta. Hubieran hecho el ridículo y no esperan hacer el ridículo”, puntualiza el historiador, quien censura a Calderón por haber ensalzado, en su mensaje en cadena nacional, a Cárdenas y “destruir lo último que, de manera material, queda” de él.

“El hecho de que Felipe Calderón haya hablado de Lázaro Cárdenas es un homenaje del vicio a la virtud”, juzga el historiador, quien advierte de la repercusión histórica de la apertura al sector privado: Con cierta frivolidad o estupidez no se le da mayor importancia, pero esto es un negocio redondo. Los recursos que se van a obtener ahora abriendo la puerta al capital externo es a costa del futuro.”

En ese mismo sentido Rolando Cordera concluye, después de revisar las iniciativas enviadas por Calderón al Congreso, que efectivamente se pretende permitir la participación del sector privado en áreas que el artículo 27 constitucional reserva al Estado.

Autor junto con Carlos Tello de La disputa por la nación –un libro que, en 1981, planteó la confrontación entre los proyectos nacionalista y neoliberal– y El auge del petróleo: De la euforia al desencanto, editado en 1989, el economista disiente del historiador en cuanto a la aprobación segura de las iniciativas apoyadas por la derecha encabezada por Calderón.

“Hay una larga marcha de la derecha mexicana en la que se ha involucrado el panismo, en algunos casos incluso renegando de sus postulados, pero esa larga marcha no ha terminado ni creo que termine con una victoria que le sea útil al propio proyecto económico y social de la derecha.

“Da la impresión de que aquí había demasiada prisa porque la coalición de negociantes que apoyó al PAN y a Calderón, y antes a Vicente Fox, estaban ya hartos de tanta posposición. Pero les hicieron caso y se aventaron con esto, pero no significa que vayan a ganar. Yo, al contrario de Lorenzo, pienso que la moneda sigue en el aire en esta materia”, sostiene Cordera.

Participante junto con Meyer en el grupo de intelectuales que le exigen al gobierno de Calderón honrar su palabra de convocar a un amplio debate en la sociedad sobre la reforma energética, el economista cree que es posible evitar la aprobación.

Regreso al siglo XIX

En entrevistas por separado Meyer y Cordera examinan las repercusiones históricas y económicas de las iniciativas enviadas por Calderón al Congreso, el martes 8, que contradicen el compromiso gubernamental de concitar un debate previo, tal como lo plantearon la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y el director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Jesús Reyes Heroles.

De hecho, fue a partir de esta convocatoria que un grupo de intelectuales decidió conformar un comité en defensa del petróleo, anunciado por Andrés Manuel López Obrador, el pasado 25 de marzo, en el Zócalo, que comenzó a reunirse para exigirle al gobierno “formas y métodos del debate”, tal como lo expusieron en su “Carta 1¿Qué es la privatización?”, firmada por 25 de ellos, que se han reunido en los domicilios del diplomático José María Pérez Gay y de la escritora Laura Esquivel.

El historiador Lorenzo Meyer, investigador de El Colegio de México y autor de Su majestad británica contra la Revolución Mexicana, 1900-1950. El fin de un imperio informal, es poco optimista en evitar la privatización del petróleo, pero es preciso, aclara, “dejar testimonio de que esto es una infamia”.

Para Meyer no hay duda: Se trata de liquidar la principal herencia de la Revolución y del cardenismo.

“En 1939 era imposible, pero con el paso del tiempo cada vez más la derecha pudo darle golpes a la herencia cardenista. Si tomamos como derecha al (priista) Miguel Alemán, que auque no era panista parecía, tenemos entonces los ‘contratos riesgo’ de 1949-1951; luego la lucha constante contra el ejido y la creación de un México en donde la desigualdad volviera a privar, porque quizá es con Cárdenas cuando la desigualdad social recibe el golpe más duro, pero luego se vuelve a constituir en el hecho central de México. Así, hay una especie de ofensiva sistemática contra los valores que representó el general Cárdenas y el cardenismo.”

Dice Meyer: “Desde la derecha quieren darle un golpe más, no el ultimo, porque todavía tendrían que cambiar el artículo 27 constitucional. Todavía no se atreven a tanto, no tienen la estatura para llegar a eso, pero están haciendo la labor de zapa.”

Por eso insiste en que Calderón ya pactó con el PRI: “Que quede alguien con el espíritu cardenista es poco importante, porque lo que pueden hacer desde dentro los militantes es nada, porque las cúpulas son las que cuentan. Y yo no veo a Manlio Fabio Beltrones como heredero del cardenismo.”

Por eso no queda mucho que hacer, ni siquiera desde el ámbito del grupo de intelectuales del que Meyer forma parte: “Nosotros no tenemos ningún poder político formal. Este grupo es, en última instancia, depositario de una idea de México, pero si el resto de México no la considera apropiada, qué cosa va a hacer uno, excepto expresar el rechazo y listo. Que quede por lo menos constancia histórica de que no todos los mexicanos fueron indiferentes, que no se tragaron el anzuelo o de plano iban abiertamente a contrariar esa que era la mejor herencia de la Revolución Mexicana.”

–En ese sentido, ¿hay una asunción de una derrota ante la derecha? –se le pregunta.

–Ese es mi caso. No puedo hacerme tonto. Es decir, la derecha ganó las elecciones de 2000, ganó las elecciones de 2006, tiene a todos los poderes fácticos, a todas las grandes concentraciones de capital, tiene a la mayoría de los medios de difusión, tiene a la Iglesia católica, tiene al Ejército Mexicano. ¿Qué más quiere? Tiene, desde luego, el apoyo exterior. Ya nada más falta que Dios venga y abiertamente les dé su apoyo.

Después de que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) “se suicidó”, por el inacabado conflicto de su elección interna, Meyer afirma que lo único que queda es el movimiento que encabeza López Obrador.

“Todas las instituciones, incluyendo a los partidos –unos porque se han suicidado, otros porque están a la venta al mejor postor y otros porque son abiertamente de derecha– están yendo en una dirección y el movimiento social es lo único que queda. Y la guerrilla, pero también es francamente más simbólica que real.”

En ese sentido, dice, “toda la responsabilidad” está en López Obrador y en el movimiento que encabeza. “Es el único líder carismático en México, el único líder de izquierda capaz de mover masas, el único que mueve masas, porque, desde luego, la derecha mueve intereses, pero no masas. Y las masas sólo en muy contados momentos tienen importancia en la historia de México.

–¿Cuál es la dimensión histórica de la privatización de Calderón?

–Es una vuelta al porfiriato, a la situación original. El arranque de la privatización del petróleo es Manuel González, en 1884, pero la consolidación es responsabilidad, ciento por ciento, de Porfirio Díaz. Son sus leyes mineras y petroleras que culminan en la de 1909, en donde le dan la propiedad absoluta de la riqueza petrolera a los dueños de la superficie sin que haya ninguna obligación, nada en contraparte.

“Esa fue la primera privatización. Luego vino la segunda, con Miguel Alemán, con los contratos de riesgo; viene la tercera cuando ya se hacen los contratos de servicios múltiples, y esta vendría a ser la cuarta privatización.

–¿Faltaría una quinta: la reforma al artículo 27?

–Sí, faltaría la quinta. Pero no creo que les haga mucha falta. Que Pemex saque el petróleo que pueda y, a partir de ahí, el interés privado hace todo lo demás: lo vende al exterior, lo refina, lo convierte en lo que sea y la renta petrolera se les va a ellos, dándole una parte al Estado para que éste no se moleste en hacer la reforma fiscal, no sea que se vayan a incomodar Telmex, Bimbo, Cemex o el montón de millones de mexicanos que viven en la economía informal y que no pagan nada de impuestos.

Las iniciativas de Calderón, advierte, ni siquiera tocan la voracidad de la élite administrativa y la corrupción del sindicato: “Es el corporativismo priista reciclado a favor del corporativismo panista. Y no los líderes petroleros, sino Elba Esther Gordillo. El PAN, en teoría, estaba comprometido en una lucha frontal contra el corporativismo, en la práctica es exactamente lo opuesto: Son cómplices.”

Por eso, dice que la responsabilidad de López Obrador es gigantesca: “El tiene una gran confianza en el movimiento social, pero la prueba que le viene encima es enorme. ¿Cómo se va a oponer ese movimiento social a la brutalidad de la fuerza del Ejército, de la Policía Federal Preventiva, del México oficial armado? Al final de cuentas, detrás de toda decisión política, está la fuerza y en este caso es más claro que nunca. Toda decisión gubernamental tiene la fuerza como última razón, pero en esta es más evidente.

“Ya tomaron una decisión desde el momento del desafuero. Ese es el arranque. Ahí quedó claro: La evolución política de México no pasa por entregar, aunque sea como parte de un juego de alternancia, nada a la izquierda, a la izquierda real, claro, a esa cosa que queda ahorita en las estructuras del PRD sí, también puede negociar con ella, pero la de a deveras, no.”

Ante el panorama que aprecia adverso, Meyer aclara: “Nunca nada es definitivo, es el único consuelo que me queda. No fue definitiva la expropiación petrolera, no será definitiva su privatización.”


Calderón “se pasa de listo”

Por su parte, a Rolando Cordera no le queda duda de que las iniciativas pretenden burlar el artículo 27 constitucional: “Están destinadas a ir abriendo puertas para una mayor participación de la empresa privada en diferentes actividades de la industria, sin que se justifique ni técnica ni analíticamente, y me atrevería a decir que ni constitucionalmente”.

Añade: “Lo que me preocupa es que el gobierno se haya obstinado en una práctica que, sobre todo los panistas, decían querer erradicar de la arena política mexicana: Es la táctica del engaño y del juego del gallo y la gallina”

Recuerda que Calderón, Kessel y Reyes Heroles convocaron a un diálogo nacional, previo a enviar una iniciativa, pero después el coordinador de los senadores panistas, Santiago Creel, dice que será el PAN el que la presente y luego, sin aviso, finalmente sí la envía el Ejecutivo

“Calderón se quiso pasar de listo con todos nosotros. Vuelve a las mismas jugarretas a las que ya estábamos acostumbrados con el PRI”, censura Cordera. “Quién sabe a quién quiso engañar o sorprender, pero fue una falta de respeto a sus propios términos de gobierno por la vía de la discusión y la deliberación, que es de todos los gobiernos democráticos.

–Pero esto acredita que van con todo.

–Yo no creo que estemos en México para eso y pienso que el propio debate que se va a tener que abrir se demostrará que no se pueden aprobar así las cosas. Y por otro lado, suponiendo que haya uso de la fuerza, sería una victoria muy costosa y casi me atrevería a decir que pírrica, porque tendría un efecto boomerang que negaría, de tajo, todas las promesas de los diferentes tesoros que andan por ahí sembrados.

“Va a haber una reacción de grupos muy grandes en el país, de diferente tipo, y esto va a crear condiciones de poca estabilidad y consecuentemente poco propicias para atraer la inversión del exterior que supuestamente están buscando con estas reformas.”

Inclusive, anota, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya recomendó que haya consenso: “Fíjese nada más cómo cambia el mundo. Saben que las disputas prácticamente en todo el planeta y particularmente en América Latina, es por el uso, disposición y control de los recursos naturales y particularmente los recursos que tienen que ver con la energía. Pensar que aquí podemos hacer caso omiso de lo que está ocurriendo en el resto del continente y en el resto del mundo es una ingenuidad autodestructiva.”

Cordera, catedrático de la Facultad de Economía de la UNAM, recuerda también que en el mundo hay una crítica con implicaciones prácticas a lo que se denominó la revolución neoliberal o “la revolución de los ricos”, y eso debe tomarlo en cuenta el gobierno.

“Empeñarse en la versión más pueril, casi diría banal, del consenso de Washington y del canon neoliberal, es ir –aquí sí– contra los tiempos de la historia presente. A lo mejor imponen, porque sería imponer, estas iniciativas, pero no se corresponde a lo que está ocurriendo en buena parte del planeta y con el compromiso esencial que todos tenemos para dirimir nuestros proyectos.

“No. El código democrático supone deliberación y discusión, y no imposición ni jugarretas legislativas. Eso se daría si se da una operación fast track en esta materia. No está tan sencillo que lo logren, pero si lo logran será una victoria terriblemente costosa para quienes participen en ella.”

Por eso, insiste, no hay nada escrito en la aprobación de las iniciativas privatizadoras, que materializarían la victoria del PAN: “Esto aun cuando ha avanzado mucho la derecha que incluso ha cantado himnos de victoria, como su supuesta victoria cultural. No hay ninguna victoria cultural y menos de ellos. Es verdaderamente ridículo.”

MilenioPortada

Universal:Portada

Cartón: Hernández

Cartón: Fisgón

Jornada: PEMEX

Javier Flores

Instituto Mexicano del Petróleo

Si se pretende llevar a cabo una discusión seria sobre el destino de Pemex, se debe reconocer que tanto en el diagnóstico como en la iniciativa de reforma, elaborados por el Poder Ejecutivo, no está incluido ningún propósito de avanzar, así sea de manera parcial, en la autonomía científica y tecnológica del país en materia petrolera. Por lo tanto, no es de extrañar que para quienes elaboraron estos documentos no exista el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP).

Aunque ha sido fuertemente criticado, me parece muy importante que se haya realizado un diagnóstico sobre la situación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Pero creo que es válido preguntar, de manera respetuosa, a la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y al director de la paraestatal, Federico Reyes Heroles, ¿por qué se omitió al IMP en el documento? Quedan claras las insuficiencias y los retos que enfrenta la industria petrolera nacional, pero ¿por qué no forma parte de las estrategias para resolver estos desafíos el fortalecimiento de las capacidades científicas y tecnológicas de México?

Por el rechazo social a los propósitos fallidamente ocultos de la iniciativa de reforma, tanto el gobierno panista de Felipe Calderón como sus aliados en otros partidos niegan la intención de privatizar y prefieren hablar de modernización. Está bien, hay que modernizar Pemex para hacerlo más productivo y para que recupere la posición que tuvo hace algunos años a escala internacional. ¿Pero acaso para lograr esos objetivos sólo hay que pensar en el conocimiento y las habilidades externas? Si es así, la modernización se convierte en sinónimo de dependencia.

En la sociedad mexicana predomina un desconocimiento sobre las capacidades del IMP y en algunos medios de comunicación, de manera interesada, se dirigen inclusive ataques a este instituto. Se desconoce que sus investigadores han obtenido, desde 1968, numerosas patentes para productos que emplea Pemex. Desde los años 70 del siglo pasado, se han creado plantas de etileno, unidades criogénicas para la recuperación de etano, fraccionadoras de hidrocarburos licuables y terminales de almacenamiento y manejo de etileno, así como aditivos para gasolinas.

El IMP ha realizado estudios y proyectos de perforación, producción, manejo de fluidos e instalaciones para Cantarell. Ha participado en el diseño de plataformas habitacionales. Diseñó la planta semindustrial IMPEX, que coloca a México en la vanguardia para el procesamiento de crudo pesado. En el terreno del medio ambiente ha participado desde 1989 en el estudio de la calidad del aire en la ciudad de México.

En 1996 el IMP desarrolló el proyecto Diablo instrumentado, que es un ingenioso dispositivo con sistemas de navegación para la exploración y diagnóstico de ductos. Asimismo, ha desarrollado proyectos que se utilizan en otras naciones, como el aditivo catalítico IMP-IO-04, que se emplea en la refinería Amuay, de Venezuela. Desde 1986 cuenta con la capacidad para la explotación de yacimientos en aguas someras –lo que le permitiría, de contar con los recursos apropiados, avanzar en el mediano plazo hacia aguas profundas. Éstos son sólo algunos ejemplos de las capacidades de este instituto que podrían incrementarse si se le considerara como una de las herramientas para la modernización de Pemex, algo que desafortunadamente no ocurre.

No puedo dejar de decir que la defensa del IMP o la promoción de sus capacidades y potencialidad no surgen de la dirección del instituto. Su director, Héber Cinco Ley, nombrado durante la administración de Calderón, se comporta de forma extraña y retraída, cuando éste es el momento de la industria petrolera nacional y, por tanto, es el momento del IMP.

Por otra parte, me parece de mal gusto la comparación entre el actual director de Pemex y su padre. Son hombres distintos a los que ha tocado vivir circunstancias diferentes. Ambos han sido y son importantes intelectuales mexicanos, dignos de mi mayor respeto. Hecha esta aclaración, quiero citar las palabras de Jesús Reyes Heroles padre del 18 de marzo de 1965, fecha en la que dio poder de decisión a un grupo de ingenieros que constituían la llamada Generación del 38, para que dieran forma a la iniciativa de crear lo que en adelante sería el Instituto Mexicano del Petróleo:

“… Lo necesitamos, incluso para aprovechar el saber técnico del exterior. La información científica en esta materia es decisiva, y por ello la inversión que se realice, siendo intangible, es altamente productiva.”

Jornada: PEMEX

José Blanco

Concierto en desconcierto

La de Pemex es una profunda desdicha mexicana. Fue una gesta histórica la expropiación de las empresas extranjeras, y la creación y puesta en marcha de una empresa nacional y su ulterior expansión, realizadas en una atmósfera internacional que auguraba su seguro fracaso, porque “no contábamos con la tecnología, ni los técnicos capaces de sostener su operación y crecimiento”.

Pero fueron también mexicanos quienes la convirtieron en una fuente de corrupción inconmensurable, en un botín de políticos y sindicalistas, y en un pretexto inefable para jamás realizar la reforma hacendaria que el país ha estado esperando hace casi medio siglo.

A pesar de la tendencia permanente al alza de los precios internacionales del crudo, Pemex ha sido mantenida en un curso que la encamina hacia un despeñadero del que no saldría en las actuales condiciones. La situación de Pemex no puede ser presentada como catastrofista porque la de Pemex es una situación catastrófica.

Todo lo hace la clase política por ahora bajo unos términos que parecen buscar la imposibilidad del acuerdo, o el peor de los acuerdos posibles, en términos de la posible respuesta social.

La semana pasada escribí en este espacio un artículo apoyándome en un resumen ejecutivo publicado por la página de la Presidencia de la República. Después fue presentado un diagnóstico por la secretaria Kessel y el director de Pemex. Una base común sobre la catástrofe es necesaria para poder eventualmente crear acuerdos. Unos días después una iniciativa fue entregada al Senado al cuarto para las 12 del presente periodo ordinario de sesiones, y consta de un conjunto de reformas a cinco ordenamientos legales –y aún falta el de la reforma fiscal al régimen de Pemex–, que se aleja varios kilómetros de los criterios contenidos en el resumen ejecutivo.

Aunque nada sabemos de los posibles compromisos del PRI con el gobierno, este partido tiene razón al alegar que 17 días son insuficientes para analizar todas las significaciones e implicaciones de la iniciativa. En el ínter, un gobernador priísta, que sintomáticamente pidió quedar en el anonimato, ya extendió una mano exigente que dice que sin la participación de los gobiernos estatales priístas en los recursos ordinarios y extraordinarios de Pemex, no hay reforma. ¿Ahí termina la posición priísta?

Por lo pronto la iniciativa presidencial produjo un concierto de mil voces discordantes. Para Cuauhtémoc Cárdenas es un atraco constitucional; para diversos empresarios, una reforma light; para el PAN, la reforma posible; para Beltrones, una “reforma que no cualquier tintorería plancha” (¿?), y un larguísimo etcétera.

México es, en sus leyes, una democracia representativa. Corresponde al Congreso de la Unión decidir cuáles han de ser las leyes que nos rigen. Aun no siendo una democracia participativa –ni el referendo ni el plebiscito están previstos en la ley, por ejemplo–, puede el propio Congreso organizar una consulta nacional como la que se hizo previa a la aprobación del TLC, aun cuando nadie sabe cuánto de los dicho por los consultados fue a parar al tratado. De modo que en 17 días es imposible cubrir mínimamente una consulta democrática y llevar a cabo un debate profundo.

La reforma de Pemex propuesta por el Ejecutivo requeriría una reforma profunda de la Constitución; sin embargo, se ha hecho una por la cual se busca cómo eludirla. Es imposible entender por qué se hizo una propuesta tan obviamente fuera de lugar en términos constitucionales, como si nadie fuera a darse cuenta. Sería igualmente imposible entender a un PRI haciéndose el haraquiri aprobando una reforma tan obviamente anticonstitucional. Es igualmente imposible entender por qué el Ejecutivo quiere compartir con el capital privado nacional y con el extranjero parte la renta petrolera y, acaso, parte de las reservas de la nación, cuando reservas y renta petrolera pueden ser íntegramente una palanca del desarrollo nacional. La reforma es francamente un asombroso misterio.

La de Pemex tiene que ser una reforma audaz, no conservadora, que la capacite para competir eficientemente con las poderosas empresas públicas y privadas con las que se enfrenta en el mercado mundial. Pemex tiene que allegarse todos los medios necesarios para aumentar las reservas probadas de la nación y para aumentar su producción y su productividad, tanto del crudo como de los productos que resultan de la petroquímica básica. No hay razón a la vista que pueda justificar que, para lograrlo, Pemex, y el país, deban permitir que una parte de la renta petrolera deba ser apropiada por el capital privado mexicano o extranjero.

Pemex debe contar con todos los instrumentos necesarios para moverse con la libertad que lo hace cualquier empresa. Ello implica que empresas de todo tipo deberían poder realizar negocios con Pemex. Todo ello es normal en cualquier empresa. Pero el acceso a nuestras reservas o a la apropiación de alguna parte de la renta petrolera, sus excedentes financieros, deberá quedar al servicio de la capitalización de la empresa y al servicio del desarrollo nacional.

Jornada: PEMEX

Jornada: PEMEX

Fernando del Paso

Los veneros de petróleo que nos dio el Diablo (I)

Con esta contribución me incluyo y me retiro al mismo tiempo del llamado debate sobre el petróleo. En un programa difundido la semana pasada en el Canal 11, el senador por el PRD Graco Ramírez afirmó –cito de memoria– que la gran mayoría de los mexicanos tiene una opinión definida sobre el futuro del petróleo en México. Es probable que, sin embargo, yo no pertenezca a esa gran mayoría: me retiro porque no tengo la capacidad, o en otras palabras, la preparación, los estudios necesarios para opinar sobre las implicaciones tecnológicas y económicas de una reforma energética. Coincido con lo que dijo Manuel Bartlett Díaz en la revista Forma del mes de enero-febrero de este 2008: “Nadie sabe qué es la reforma energética y todos saben qué es la reforma energética”.

Sí pertenezco, en cambio, a esa mayoría total –quiero pensar que lo es– de mexicanos que estamos dispuestos a defender a ultranza nuestro petróleo. ¿Quién no lo está? Pero pertenecer a esta mayoría, y formar parte de un grupo selecto en el que se mezclan simples novelistas –como un servidor– con expertos en politología, historia y economía, es otra cosa. En este caso, pienso que el escritor queda en desventaja. O al menos yo, por mi ignorancia.

Ampararse con la bandera de la ignorancia no es, desde luego, un motivo de orgullo y mucho menos un pretexto digno para retirarse de la arena. En las últimas semanas he leído con asiduidad y con cuidado una buena parte del material que se ha publicado sobre la reforma energética –o mejor dicho la petrolera–, y he tomado notas de los debates difundidos, sobre este tema, en el Canal 11. Lo menos que podía hacer, creo, era tratar de saber por qué no sé y, así, saber un poco más.

La mancuerna del Diablo

Defender nuestro petróleo de los intereses extranjeros implica, entre otras cosas –y cuando menos–, saber por qué lo hacemos. Algo en este sentido puede enseñarnos la historia y en particular la de América Latina, que no ha sido otra cosa, desde hace dos siglos, que la patética relación de los dorados auges y las caídas estrepitosas de sus productos, o en otras palabras la alternancia del milagro económico y la quiebra súbita y casi absoluta.

Desde 1810, cuando los países latinoamericanos bajo el dominio español comenzaron a independizarse, Inglaterra se propuso evitar que estas ex colonias cayeran en manos francesas o estadunidenses. En las siguientes décadas, los ingleses ya se habían encargado de construir en nuestros países varios ferrocarriles destinados no a beneficiar el transporte interno de materias primas y mercancías, sino a facilitar la salida de éstas al mar, con destino al Reino Unido. En 1850, estaban ya terminados el ferrocarril de Maná, en Brasil; el de Copiapó, en Chile, y el de Veracruz-El Molino, de México. Siguieron, pocos años después, en Colombia el de Aspinwall-Panamá y, en 1857, en Argentina, el de Buenos Aires-Suroeste.

Pocos años más tarde unas cuantas empresas inglesas se habían ya apoderado del cobre chileno y creado un imperio azucarero en el archipiélago de Sotavento, las Guayanas, Jamaica, Haití, Guadalupe, Puerto Rico, las costas peruanas y desde luego, Cuba, cuyo dominio no tardaría en pasar de las manos británicas a las estadunidenses; esta isla del Caribe no sólo le sería útil a Estados Unidos para hacer de ella un gran burdel en beneficio de la mafia, sino también para controlar la producción y el aprovechamiento de algo más que el azúcar y el tabaco: el níquel, el cobre, el hierro, el manganeso y el tungsteno.

Entre las fuentes y documentos a los que podemos acudir para ratificar las inmensas depredaciones que ha sufrido nuestro continente, destaca desde luego el libro del uruguayo Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, uno de los recuentos más lúcidos y completos y, diría yo, más dolorosos, de la expoliación que han sufrido nuestros pobres países al “asociarse” con empresas extranjeras representantes del capitalismo más puro y salvaje. Esto no hubiera sido posible, desde luego, sin la corrupción y la connivencia criminal de gobernantes latinoamericanos siempre dispuestos a asociarse con los intereses extranjeros para completar la mancuerna. Los casos han sido numerosos. Entre ellos, por ejemplo, el del presidente Castelo Branco de Brasil, quien le entregó a la US Steel el derecho de adquirir 49 por ciento de las acciones de los yacimientos de hierro de la sierra de Los Carajas. Esta empresa, nos cuenta Galeano, se encargó también de sacar, y transportar en sus propios buques, “todo el hierro que se extraía en cantidades gigantescas del Cerro de Bolívar el Venezuela”, como nos cuenta Galeano. Otro ejemplo es el del sanguinario dictador guatemalteco, Jorge Ubico, quien le otorgó a las empresas cafetaleras y bananeras extranjeras lo que Galeano llama “el derecho a matar”, al exentar a los finqueros de responsabilidad criminal respecto a la muerte de sus trabajadores.

Estos finqueros eran, por supuesto, representantes de la United Fruit, el gigante estadunidense que les hizo merecer, a los países centroamericanos por él explotados, el nombre de Repúblicas Bananeras. “Mamá Yunai”, como se llamaba a esta empresa –y tal fue el título de la novela del costarricense Carlos Luis Fallas– ejerció durante muchos decenios una explotación inmisericorde de sus trabajadores, corrompió gobiernos, organizó matanzas y puso y depuso a dictadores. Fue también la responsable, la United Fruit –y esto no lo dice un libro escrito por un comunista: lo dice la Enciclopedia Británica–, del asesinato del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán durante el Bogotazo de 1948.

Hubo, sí, mandatarios que lucharon contra estos intereses. Su destino fue trágico.

A fines del sigo XIX, el presidente Balmaceda, de Chile, anunció su intención de nacionalizar los distritos salitreros del país. Los barcos británicos bloquearon las costas de Chile y Balmaceda, derrotado y derrocado, se suicidó. Ya entrado el siglo XX, en 1930, cuando el Congreso Argentino estaba a punto de votar la ley que disponía la nacionalización del petróleo, el presidente Hipólito Irigoyen fue derribado por el general José Félix Uriburu.

Los veneros del Diablo

La frase que aparece en el poema La Suave Patria, del gran poeta zacatecano Ramón López Velarde, resultó profética: el petróleo es un regalo que nos dio el Diablo.

Casi no hubo materia prima importante producida en la América Latina: el salitre, el nitrato de sodio, el azúcar, el algodón de Marañao, el cacao “que alumbró las fortunas de la oligarquía de Caracas” –Galeano– que no fuera objeto de la codicia y del pillaje primero británico y después estadunidense: Estados Unidos comenzó a ganarle terreno al decadente imperio británico y comenzó así el reinado de Union Carbide, Cynamid, Minnesota Manufacturera, Dow Chemical, Lever Brothers, Westinghouse y una veintena más, estadunidenses primero, multinacionales después, que se encargaron de imponer y sostener a todos aquellos sátrapas que las apoyaron: dictadores de opereta, sádicos, carniceros, feroces, asesinos, histriones y dementes. La lista es muy larga.

Ya para entonces, también, el petróleo se había vuelto el rey de las materias primas. Descubierto en lo que es hoy Irak hace más de 2 mil años, fue en un país vecino, Persia –hoy Irán–, donde, en 1901, Gran Bretaña consiguió del Sha Muzafarr al-Din la concesión para la explotación de la región. En unos cuantos años siguieron Kuwait, Bahrein y la conquista de Bagdad, la ciudad que fue clave para los británicos en su camino a la India y sobre todo en la ruta hacia los campos petroleros iraníes. Tras la Segunda Guerra Mundial, fue Estados Unidos, no Inglaterra, el país que aseguró en su beneficio los suministros petroleros de la región saudita, cuando, a bordo del barco Quincy, en aguas de Suez, Roosevelt celebró un tratado con Ibn Saoud, el fundador de la moderna Saudiarabia.

Una quincena de años antes, dos empresas petroleras, la Standard Oil de Nueva Jersey y la Shell, provocaron la guerra de El Chaco, el conflicto más cruento de toda la historia de América Latina, en el cual se enfrentaron los dos países más pobres del continente en ese entonces: Bolivia y Paraguay. Más de 80 mil bolivianos y 40 mil paraguayos pagaron con sus vidas. Nuevamente, no fue un comunista el que denunció el siniestro papel que jugaron estos dos gigantes: lo hizo un personaje de la política estadunidense, Huey Long, senador y después gobernador de Luisiana.

El Diablo en México

Es de suponerse que los mexicanos conocemos bien la historia de nuestro petróleo. En 1938, la nacionalización realizada por Lázaro Cárdenas afectó profundamente los intereses petroleros de varias naciones como Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos. Entre las empresas nacionalizadas se encontraban, como lo señala la Enciclopedia de México de Rogelio Álvarez, la Huasteca Petroleum Co., la Sinclair Pierce Oil Co., la Standford y Cía., la California Standard Oil, la Consolidated Oil Co., la Atlantic Gulf Refining y la Transportation Co. A pesar de que México cumplió con el compromiso contraído para indemnizar a esas compañías, la estadunidense Standard Oil y la holandesa Royal Dutch bloquearon las exportaciones mexicanas de petróleo y abastecimientos para pozos y refinerías. Éstas y otras empresas ya se habían encargado de agotar, y llevarse consigo, la riqueza de la “Faja de Oro”, en los tiempos en que México cubría 25 por ciento de la demanda petrolera planetaria.

Pero el presidente Cárdenas no fue derrocado por los militares. No fue asesinado. No se suicidó. No acabó sus días en el exilio. A sabiendas de que a Estados Unidos le convenía tener a su alcance la riqueza petrolera mexicana para acaparar la producción e incluso apoderarse de ella si era necesario, obligó a México a declararle la guerra al Eje. México había sido neutral durante la Gran Guerra. Esta vez, esa posición era intolerable. Y fue entonces cuando se maquinó, de la manera más burda, el casus belli indispensable: el supuesto bombardeo, por parte de submarinos alemanes, de varios buquetanques petroleros: el Potrero del Llano, el Faja de Oro, Las Choapas y el Amatlán.

Con algo más pagamos: con la participación en la guerra de más de 15 mil mexicanos que vivían en Estados Unidos (Enciclopedia de México), y la muerte de cinco pilotos mexicanos del Escuadrón 201 en la guerra del Pacífico. Y también con el trabajo de decenas de miles de braceros mexicanos que exigían los agricultores del sur de Estados Unidos para levantar sus cosechas de algodón, uva, betabel, naranja, y otras frutas y verduras.

A pesar de que faltaban veinte años para que el carismático líder César Chávez creara una organización que defendiera los intereses de los inmigrantes en esas tierras, siempre humillados y explotados, los braceros mexicanos descubrieron algo en ellas que era un poco mejor que el infierno, y que les permitía llevar dólares a su país. Y éste fue el detonador de lo que se convirtió en la inmensa e incontrolable emigración de mexicanos hacia Estados Unidos.

Es, pues, la historia, y no la histeria, la que nos proporciona razones más que suficientes para desconfiar de nuestra asociación con cualquier empresa extranjera.

JornadaPortada