sábado, 30 de agosto de 2008

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No son pocas las voces que empiezan a preguntarse qué espera el Presidente para tomar una posición más agresiva y audaz para salir al paso de las emergencias que vive el país

El presidente Felipe Calderón llegará el lunes a su segundo año de gobierno; pero la delicada situación en la que se encuentra el país, en la peligrosa confluencia de crisis económica y de seguridad, hace que esto parezca mucho más un quinto año de sexenio.

Entre marchas callejeras que elevan el grito de inconformidad ciudadana, complots de sus enemigos políticos para intentar deponerlo, embates del crimen organizado contra su figura y una respuesta suya que no alcanza a proyectar a un Presidente enérgico y que entienda la gravedad del momento, el arribo al segundo tercio de su administración se ve cuesta arriba.

Para decirlo claramente: Calderón llega a este aniversario de gobierno en las mismas condiciones turbulentas e inciertas con las que arribó al poder hace dos años. Si en su primer año había logrado remontar las dudas de legitimidad con que tomó el cargo, y la diosa popularidad le sonreía, en el segundo parece haber retrocedido al comienzo de su gestión.

No son pocas las voces que empiezan a preguntarse qué espera el Presidente para tomar una posición más agresiva y audaz para salir al paso de las emergencias que vive el país y frenar el embate de sus detractores —políticos y criminales— que corren como reguero de pólvora la idea de “tirarlo”. ¿No debiera, en una situación así, ante la mezcla de ingredientes explosivos —estancamiento económico con inflación, inseguridad, apetitos desestabilizadores, amenazas del narco a su gobierno— reaccionar ya, antes de que le estalle el peligroso coctel?

Una destitución en masa del gabinete y el nombramiento de un nuevo equipo de trabajo para enfrentar las crisis, sería una medida radical pero efectiva para ponerlo a salvo. La práctica es común en los regímenes parlamentarios, y aunque el nuestro es un sistema presidencial, tal vez éste sea el momento de pensar en un golpe de timón que haga que la facultad —y por tanto la responsabilidad— de nombrar a los colaboradores del gobierno deje de recaer en uno solo de los tres poderes. Eso si se quisiera ir a fondo, aunque podría tratarse sólo de una renovación completa del gabinete que decida sólo el Presidente.

Porque si se revisa la lista de secretarios y colaboradores con los que Calderón llega al segundo año, apenas unos cuantos resistirían el juicio a su trabajo, a partir de los resultados que han dado en el cargo. Varios de ellos, sobre todo en las áreas más sensibles y delicadas de la gobernación y la seguridad, sólo siguen en sus puestos por su amistad y cercanía con el Presidente, pero no por la capacidad demostrada.

¿Qué podría perder Felipe Calderón con una sacudida total de su gabinete? Tal vez algunos amigos y compadres; pero si son de veras sus amigos tendrían que entenderlo. Por lo demás, es de todos sabido que el Presidente integró este primer equipo bajo la lógica del pago de cuotas, favores y compromisos que contrajo en su intensa campaña y su accidentada toma de posesión. ¿Por qué no aprovecha la oportunidad para deshacerse de compromisos de todo tipo e integra un gabinete realmente capaz y experimentado, por encima incluso de partidismos?

En los periodos de gobierno, dicen, siempre hay momentos en los que el gobernante tiene la ocasión de demostrar su real tamaño y dejar ver si es un simple político o si tiene realmente tamaños de estadista. ¿Podrán ver ese momento?

NOTAS INDISCRETAS... Hay temas de los que algunos políticos no deberían siquiera hablar por su pasado. ¿O alguien creería lecciones de honestidad de los Salinas o le daría valor a una plática de Fox sobre buen gobierno? Pues algo así le acaba de pasar a Manuel Bartlett. Con todo y su reinvención política y su destacado papel en temas como la Ley de Medios o su nacionalismo a ultranza en el tema energético, que le han valido incluso el reconocimiento de quienes en el pasado lo detestaban, hay algo de lo que el ex senador debiera mejor no hablar. El fin de semana pasado, cuando volvía de Aguascalientes a donde acudió a la Asamblea Nacional del PRI, Bartlett venía charlando en el avión con dos compañeras suyas priístas del estado de México. A voz en cuello, don Manuel trataba de convencer a sus correligionarias de que Andrés Manuel López Obrador no era tan malo y de que en las elecciones de 2006 hubo un fraude electoral. Y ahí es donde pudo haberse mordido la lengua. ¿O ya se olvidó de su papel en la “caída del sistema” del 88 que le dio el sospechoso triunfo a Salinas frente a Cuauhtémoc Cárdenas? El de 2006, les decía a sus compañeras, fue un proceso “muy difícil”, la diferencia fue tan pequeña “que ahí se cometió fraude”. “¿Por qué no les cae Andrés Manuel?”, les preguntaba a las priístas, a las que recomendaba conocer mejor al tabasqueño. Ver para creer… El diputado panista Daniel Ludlow no sale de una cuando se mete a otra. Apenas hace ocho días se reportó en la prensa el escándalo que protagonizó en el estadio de Pachuca cuando se lió a golpes con un jovencito porque le invadieron su cajón de estacionamiento, y ahora al legislador hidalguense lo acusan de estar en plena campaña por la alcaldía pachuquense cuando no ha pedido licencia a su cargo legislativo. Nomás que no le reclamen personalmente porque se pone agresivo… Lo ha dicho fuerte y bajito a sus amigos de confianza: “Yo no voy a ser candidata ni pienso intentarlo, por dos razones: primero porque el país no está preparado para que una mujer sea presidenta, y segundo, tampoco está preparado para una mujer como yo”. ¿Quién será?... El ministro Salvador Aguirre Anguiano pagó muy caro anteponer sus convicciones personales, por respetables que sean, a su obligación como depositario de un poder público. Cuentan que hace unas semanas, cuando elaboraba su desechado dictamen, lo fueron a ver a su oficina de la Corte tres filósofos de la UNAM. Le entregaron un documento firmado por decenas de estudiosos de la máxima casa de estudios que hicieron sus reflexiones sobre los comienzos de la vida en el ser humano, los derechos del nonato, entre otros temas con los que querían aportar a la deliberación del ministro. Aguirre los trató con aire displicente y, tras oírlos por unos 20 minutos, les recibió el documento y les dijo: “¡Qué sorpresa, no sabía que hubiera filósofos abortistas!”. ¿Se molestaría el ministro en leer el documento?... Los dados se guardan. Cierran con escalera. Semana redonda.

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