jueves, 15 de marzo de 2007

Ocampo: LA REVOLUCION DE AYUTLA

Ponciano Arriga

97

Señores don Melchor Ocampo y don Poncianno Arriaga.

Nueva Orléans, febrero 28 de 1855.

Señores de nuestro particular aprecio:

Los que suscribimos, deseosos de cooperar al triunfo de la guerra que han emprendido nuestros compatriotas para destruir la ominosa dominación del general Santa Anna, hemos acordado unánimemente trasladarnos al campo de la revolución para allí prestar los servicios que estén a nuestro alcance, al logro de tan sagrado objeto. Poco o nada vale ciertamente cada uno de nosotros en lo particular, pero nuestros esfuerzos reunidos podrán servir de algún peso en la balanza en que hoy se pesan los destinos de la desgraciada México.

Ese peso se aumentará más y el esfuerzo será más eficaz si hombres influyentes por su capacidad, por sus servicios, por su integridad y por su acrisolado patriotismo se asocian a nuestra empresa. Ustedes pertenecen a esos hombres; ustedes también, como nosotros, sufren la cruel persecución que el opresor de México hace a todo hombre honrado.
Justo es, pues, que les participemos nuestra resolución que, no lo dudamos un momento, harán suya uniendo su suerte a la nuestra, a la de nuestros hermanos que expononen su vida en el campo de batalla, a la de la madre patria que, contando con la lealtad de sus nobles hijos, llora y gime y pide socorro contra el verdugo condecorado que la oprime y la deshonra.

Aparte de estas consideraciones existe la de nuestro propio honor, la de nuestra propia dignidad. Ustedes saben que el general Santa Anna, juzgándonos por su propio pecho, nos ha cerrado ,de nuevo las puertas de la patria, que ofrece abrimos a condición de que nos humillemos ajurarle obediencia y a sancionar con nuestro juramento la injusticia que ha hecho pesar sobre nosotros y sobre nuestras desgraciadas familias, y los más actos criminales y atentatorios de su desastrosa administración.

Acostumbrado a imponer su caprichosa voluntad a seres envilecidos que se filian en su partido por especulación, cree encontrar en nosotros, con el amago de un destierro perpetuo, una sumición que nos degrade. Preciso es, pues, hacer entender al general Santa Anna que para nosotros no hay fuerza, no hay pena bastante que nos obligue a reconocer como legal y justa su arbitraria e inmoral administración. Nuestra personal cooperación al esfuerzo nacional, nuestra presencia en los campos sagrados donde tremola ya el estandarte de la libertad, será la mejor contestación que debemos dar al insulto que se nos hace.

Esta conducta convencerá al general Santa Anna, y probará a amigos y enemigos, que respetamos nuestra dignidad de hombres libres, y que antes que nuestras comodidades personales deseamos el triunfo de la democracia y de la libertad de nuestro país.

No queremos alargar más esta carta exponiendo otros motivos de la resolución que les comunicamos. Ustedes los conocen mejor que nosotros y por tanto concluimos manifestándoles que quedamos esperando su anuencia para que, de acuerdo con ustedes, fijemos el día de nuestra marcha.

Somos de ustedes amigos afectísimos, que besan sus manos.

[Carta que Juárez, Mata, G6mez, etc., dirigieron a los señores Arriaga y Ocampo, a Brownsville].

Obras Completas de Don Melchor Ocampo, Tomo IV. Raúl Arreola Cortés.

No hay comentarios: