Los rencores de Carlos Ahumada
Qué bueno que Carlos Ahumada publicó su libro Derecho de réplica, porque la industria periodística estaba francamente ciclada con lo de la epidemia de influenza y muy frustrada ante el desinterés del público por ponerse a discutir las campañas políticas.
Carlos Ahumada, como siempre, apareció en el momento perfecto para provocar el escándalo perfecto. ¡Qué talento! ¡Qué sentido de la oportunidad! ¡Cuánto poder de convocatoria! ¡Qué éxito!
No sé si a usted le pasó lo mismo que a mí, pero desde hace mucho que yo no sufría tanto para conseguir un libro, porque mientras que en unos lugares no estaba, en otros, casualmente, se les acababa de terminar, y más allá, me recomendaban que lo dejara apartado.
En general, no había vendedor que no me contara que la gente se lo estaba llevando por montones, como para leer y regalar.
Y allá voy, y allá vengo, y enciendo la radio y en todos los programas están leyendo fragmentos, y monitoreo los televisores y en todos los canales están comentando el dato.
Algunos lo hacían con más pasión que otros, pero nadie se quedaba callado.
¡Qué fenómeno! Derecho de réplica es nuestro Harry Potter, nuestro Crepúsculo. Y yo no me puedo dejar de preguntar: ¿por qué?
¿Por qué nos interesan tanto a usted y a mí los chismes del señor Ahumada? ¿Por qué estamos dispuestos a pagar por ellos? ¿Por qué le damos tanta importancia a sus palabras? ¿Por qué le creemos?
A mí no me sorprende que don Carlos escriba pestes hasta de las mujeres con las que anduvo, me sorprende la respuesta de los lectores y los medios, y el impacto de sus textos en la comunidad política mexicana.
Si la gente se está matando por comprar el libro y los medios no paran de citarlo, debe ser porque alguna verdad se debe estar colando en esas líneas, porque compartimos los rencores del señor Ahumada o porque, como él, queremos ver hundido a más de un político importante.
Si la comunidad política mexicana está histérica tratando de desmentir a don Carlos, de corregirlo o de desligarse de él, debe ser porque tiene cola que le pisen, porque tiene miedo, porque algo sabe.
Qué chistoso que a personajes tan encumbrados se les caliente la sangre por un libro de este tipo. Qué triste que esos hombres y mujeres tan aparentemente poderosos, sean tan frágiles, tan vulnerables.
Además, las escenas que Carlos Ahumada describe en su libro cumplen con todos los requisitos de lo sensacional.
Tocan directa o indirectamente temas que son de interés general, tienen a protagonistas de primer nivel, estimulan a los lectores a través de situaciones novedosas, impactantes y conflictivas, y la fuente es única, exclusiva.
Derecho de réplica es una cátedra de sensacionalismo. Lo malo es que si alguien tenía en sus manos un proceso plagado de irregularidades que pudo haber servido para crear un verdadero golpe político era él.
Su libro es tan visceral que hasta su autor termina enlodado y lo menos que uno puede concluir después de terminarlo es que arriba de nosotros todo está podrido. Todo.
¿Y cuando todo está podrido qué se hace? ¡Pues nada! Lo podrido, podrido está. Allá van a seguir los podridos, por acá vamos a seguir nosotros, los simples mortales. Gracias.
Dicho en otras palabras, la sensación de vacío que queda después de leer Derecho de réplica es exactamente la misma que queda después de consumir publicaciones amarillistas o revistas del corazón.
Es estimulación pura, una droga, crimen organizado.
¿Qué esperaba Carlos Ahumada que pasara a raíz de la publicación de su libro? ¿Destruir a alguien? ¿Hacerse justicia?
¿A poco esas cosas pasan en México cuando se publica un libro? ¿Se le puede hacer justicia a un hombre que se balconea como el señor Ahumada lo hace en Derecho de réplica?
No, yo creo que aquí hay mucho odio y sí, un legítimo derecho de su autor de gritar tras un montón de experiencias traumáticas que, manifestadas de otra manera, hubieran podido servir para algo bueno.
Pero ahora no, ahora ya no van a servir para nada. El caso Carlos Ahumada va a quedar como un ejercicio más de entretenimiento colectivo, como otro escándalo de moda, como un condimentado best seller.
Qué bueno, porque con la epidemia y las campañas ya no teníamos tema de conversación. ¿Pero y lo demás? ¿Pero y la verdad y la justicia?
¡Atrévase a opinar!
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