Ahumada, el nuevo chantaje
Nuevamente, Carlos Ahumada vuelve a la carga y nos recuerda en su libro la podredumbre que caracteriza a la política y los negocios en México y que él encarnó, como nadie, cuando en un acto de soberbia y prepotencia infinitas destapó los videoescándalos pensando que iba a quedar impune —como hasta entonces— de una más de sus viles acciones de chantajista y extorsionador.
En fallido intento por hacerse víctima de una conspiración producto de la lucha por el poder entre el panismo foxista y el perredismo de López Obrador, el dueño de Grupo Quart se exhibe tal cual es: como un empresario corrupto e inmoral que no tiene empacho en utilizar el poder del dinero para conseguir —a la mala— millonarios negocios de los hombres del gobierno, sea éste panista, priista o perredista.
Ahora, Ahumada Kurtz pretende enarbolar como bandera un derecho de réplica que en ningún momento le fue negado, pues nunca faltaron voceros a su servicio que se encargaron de difundir su versión de una historia llena de chantajes, verdades a medias y un cinismo rampantes; a grado tal que pretendieron hacerlo pasar como un preso político, cuando en realidad se trata de las aventuras de un negociante trinquetero que, por desgracia, puede seguir en libertad por la incapacidad de las procuradurías de justicia del DF y del gobierno federal.
Una lectura somera del texto del Señor de los Videos es suficiente para concluir que el actuar de Carlos Ahumada no resiste el más simple análisis ético, moral y legal, pues con sus propias argumentaciones el acusador prueba que es tan culpable como a quienes acusa de corruptos, transas o criminales, ya que al mismo tiempo confiesa cómo con su torcido proceder se aprovechó de la debilidad de las instituciones políticas y de gobierno gracias al poder corruptor del dinero obtenido con toda suerte de malas artes.
Pero no todo es malo con Carlos Ahumada, sin duda hay que agradecerle a este conspicuo personaje que su nombre sea un recordatorio permanente de la inmoralidad, vileza y descaro que caracterizan a gran parte de los hombres del poder y que, como sociedad, todavía nos hace falta mucho para lograr que la política y los negocios en México no sean una suerte de lodazal donde todos salen embarrados.
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