domingo, 9 de marzo de 2008

Milenio: Mouriño



Federico Berrueteo


Mouriño y el diablo


Mouriño no es culpable hasta que una sentencia judicial así lo consigne. Su defensa mediática ha sido patética; muestra evidentes carencias para el servicio público y un desentendimiento de los mínimos de la doctrina política a la que se debe.

En el ánimo de salir del apuro, ha transitado de error tras error; los costos se endosan al Presidente quien, a su regreso del exterior, encara el dilema de convalidar lo realizado por su subordinado predilecto o proceder al relevo. Mouriño vendió su alma al diablo.
Sin vacilación el senador Beltrones en célebre entrevista mañanera dijo: en política nada hay gratis, quid pro quo (algo por algo). ¿A cambio de qué, los capos del Congreso dan protección al joven secretario de Gobernación?
¿Para qué votar por un Presidente del PAN si quienes gobiernan y deciden es lo peor del PRI? El muchacho no advirtió el significado de su acuerdo, además, estos diablos no cumplen, cambian según la circunstancia. Nada hay que justifique la traición a uno mismo y a quienes uno se debe. Ciertamente, lo legal es discutible y corresponde dilucidarlo a instancias formales.
Lo dicho por el secretario no absuelve, sino lo contrario. La situación de dificultad lo hace mostrarse tal cual es; no es cuestión de inexperiencia o ingenuidad, tampoco pánico escénico, la obsesión de llegar a Bucareli y de retener a toda costa el cargo, se le ha vuelto en contra. Inocente o no, sus palabras, actos y compromisos revelan que quedó inhabilitado para ser responsable de la política interior.
Queda en Calderón asumir el costo. La Presidencia da para eso y más, no así el país, el que llega al encuentro de un nuevo siglo en las peores condiciones de moral pública. Dificultosamente democrático y con libertades, pero desigual y hundido en la corrupción y la pérdida de horizonte por la mediocridad de su élite política.
La calidad del gobierno es la de su oposición, igualmente pequeña, extraviada entre el oportunismo y el agravio.Lo peor del pasado decide y manda en el país. Como sucedió en el tema del desafuero del jefe de Gobierno, a las cámaras las gobiernan la componenda y la ambición de quienes las conducen.
Madrazo decía que los diputados priistas votarían en conciencia, para que a la hora de la verdad la palabra se tornara eufemismo de consigna. El problema no es la disciplina partidista, sino la manera como ésta se construye y los objetivos que la animan. La vacilación y negativa del Congreso a investigar, producto del acuerdo, hunde y degrada a la representación popular.
No hay responsabilidad; quid pro quo es la consigna, o como dijera con desfachatez e involuntario cinismo el coordinador de los diputados del PRI, nos entendemos con el gobierno porque es el que da más. La venta de protección a cambio de no se sabe qué.Se equivoca López Obrador, en el PRI no hay colaboracionismo, sino extorsión o chantaje por quienes mandan desde el Poder Legislativo.
El secretario descalifica a las comisiones de investigación del Congreso como circos mediáticos. El sí va en serio en eso de al diablo las instituciones de la República. No advierte que si el tema se traslada a la Función Pública o a la PGR, somete a su jefe al peor de los riesgos, ya que lo que allí se haga le repercute directamente.
Cuando se vive en barbarie es correcto decir que la ley es la ética del servicio público. Empero, ninguna sociedad medianamente civilizada puede remitir la valoración de la conducta de sus hombres de poder al código de reglas escritas, más cuando no hay eficacia en la justicia. Son lamentables las expresiones del dirigente del PAN, se entiende que el secretario recurra al argumento, pero lo señalado es inaplicable para el dirigente del partido de Gómez Morín y Castillo Peraza.
Los mexicanos llevaron hace más de siete años al PAN al poder. Era el voto por una nueva ética pública. Muy pronto Fox se traicionó y al final de su gobierno el país quedó más corrupto, pobre y dividido que el de inicio. Calderón ganó en medio de la polarización y con un renovado deseo colectivo de cambio. Después de un año, su hombre más cercano, en el afán de sobrevivir, vende el alma al diablo.
Para el Presidente no hay de otra: lo convalida con todo lo que implica o lo releva en el afán del reencuentro con el proyecto ético que dio origen y sentido al PAN; en ambos casos la sociedad responde, frustración y desaliento o reconocimiento por la rectificación, lo que para Calderón no sería la primera vez.

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