Álvaro Cueva
Complot con complot se paga
Primero fue un presidente de la República ilegítimo. Después, un presidente del Conaculta ilegítimo. Ahora es un secretario de Gobernación ilegítimo.
¿Quién es legítimo en este país? ¡Quién! ¿Adónde vamos a llegar entre tanta ilegitimidad? ¿Se puede llegar a algún lado así?
Obviamente lo que está sucediendo en el caso Juan Camilo Mouriño tiene muchas lecturas pero la peor de todas es la que tiene que ver con su posicionamiento, y el posicionamiento de la administración Calderón en general, en la mente de los ciudadanos como usted o como yo.
¿Y cuál es ese posicionamiento? Fraude, debate, mentira, suciedad.
Mucha gente se está clavando, con justa razón, en el tema de la reforma energética. Otra, en la penosa gira de aclaraciones que el señor Mouriño ha realizado en diferentes medios.Tan preocupante un tema como el otro, ¿pero y lo demás? ¿Ya se puso usted a pensar en lo demás?
Antecedentes: Andrés Manuel López Obrador documentó hace varias semanas que nuestro actual secretario de Gobernación había firmado, en el pasado, cierto tipo de contratos con Pemex que no se valía que hubiera firmado y de los cuales, supuestamente, había sacado una ventaja.
Combinar a Pemex con Mouriño justo cuando el gran tema de nuestro país era (y es) la reforma energética (el futuro del petróleo) fue de una maestría genial y lo más impresionante es que dio en el blanco. Complot con complot se paga.
Desde entonces no ha habido quien no le pida cuentas a don Juan Camilo, quien no le exija su renuncia y quien no le haga ruido a Felipe Calderón a través de este conflicto.Y fíjese qué interesante.
El problema ya no es si el señor Mouriño es apto para ser nuestro secretario de Gobernación, si su tirada es lanzarse como candidato para 2012, si su árbol genealógico cumple con ciertos requisitos políticos o si sacó provecho de sus negocios con Pemex.
El problema es que si se va, el que pierde no es él, es el Presidente de la República. Y si se queda, no lo van a dejar en paz jamás. ¿Y Gobernación? Bien, gracias.
Usted nada más póngase a pensar en esto: ¿qué ha hecho Juan Camilo Mouriño desde que llegó a su oficina en la calle de Bucareli en la Ciudad de México?¿Cuáles han sido sus obras? ¿En dónde podemos notar su estilo? ¿Cuáles Han sido las decisiones que ha tomado como para que pensemos en él como el gran líder de México? ¿Qué es lo que está haciendo como para que usted y yo nos sintamos seguros con él como encargado de la gobernabilidad de nuestra nación?¿México es más gobernable con Mouriño? ¿Lo va a ser en las próximas semanas? ¿Lo va a ser en los próximos cinco años?
Yo nomás le doy un dato y usted me dirá la clase de administración que tenemos: ¿qué hizo la máxima autoridad de nuestro país en materia de gobernabilidad para defenderse de sus enemigos?
Ir a justificarse, entre otros espacios, a El noticiero de Televisa.
¿Qué se puede esperar de un secretario de Gobernación que utiliza los medios electrónicos de comunicación para arreglar sus conflictos?¿Qué debemos pensar de un secretario de Gobernación que interrumpe su agenda para trasladarse físicamente a un noticiario, a la hora del noticiario, para sentarse al lado del conductor de ese noticiario y para ser cuestionado como se cuestiona a cualquier estrella de telenovela?
¿Cuál es el mensaje de autoridad? ¿Quién manda sobre quién? ¿Quién necesita a quién?¿Existe alguna diferencia, como imagen, de la escena de Mouriño con López-Dóriga y, por ejemplo, la de una Niurka Marcos haciendo exactamente lo mismo con Juan José Origel?
¿Ahora entiende por qué le digo lo que le digo del posicionamiento?En este sexenio hay problemas tremendos de imagen y credibilidad que si bien no son tan pintorescos como los del sexenio de Vicente Fox, no dejan de ser preocupantes.
Mientras que Andrés Manuel López Obrador y los señores del PRD dictan la agenda nacional en términos de opinión pública, prácticamente no hay nadie en el gobierno de Felipe Calderón que cuente con algo parecido a la legitimidad o que al menos la proyecte.
Llegó la hora de empezar a trabajar en este punto. Sin legitimidad no hay respaldo popular, sin respaldo popular ningún gobierno se puede mover y aquí ya nos urge que alguien se mueva, que alguien haga algo más que defenderse o acusar a otro. ¿A poco no?.
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