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Tu casa en México, Octubre 28 de 1855.
Exmo. Sr. Ministro D. G. Prieto.
Querido amigo:
Me voy con la pena de no haberte dado el abrazo último de despedida y con Ia mayor aún de dejarte en una posición demasiado comprometida. Me juzgo en parte responsable de ello, así por haberte instado incesantemente, primero, porque aceptaras, y luego porque continuaras el encargo de ministro de hacienda, como por haber confirmádote y alentado en todas las medidas de orden y severidad que te has dignado comunicarme.
Nada te puedo dejar sino mi pobre estima y la recomendación a cuantos han querido oírme, de tu talento, tus conocimientos especiales en hacienda, tus más especiales en los de nuestro triste país, y de tú probidad, entereza y amor de la verdadera gloria. Si más tuviera, más te dejara.
No me jacto de que sean alicientes ni consuelos para tu estado las reflexiones que siguen, y sólo te las presento como desahogo de mi corazón.IIfay muchos que no te quieren; pero yo te digo que entre ellos hay muchos que sólo afectan despreciarte" porque te envidian. Otros te echan en cara los errores o las ligerezas de la juventud, y parecen persuadidos de que has de ser siempre muchacho. Otros te tachan de poeta. ¡Insensatos! ¡la imaginación viva y la exquisita sensibilidad, la revelación interna de la inspiración, les parecen defectos! ¡Otros que te han visto qscuro y pobre, no quieren comprender que puedas ser ministro de Estado! ¡Para ellos no existen, o son nada, Sixto V, Catarina, Cromwell, Bernadote, Muratl!
Así como yo he dicho: "¡ Desgraciado de aquel que no ha hecho ingratos, porque es señal de que no ha hecho beneficios!" puedo decir también en cierto sentido: "¡Desgraciado del que no tiene émulos, porque es señal de que o no tiene méritos o no ha cumplido con severidad sus deberes! "
Es muy natural que no te quieran ni hablen de ti aquellos cuyas concusiones o cuya inutilidad y pereza no consientes, aquellos cuyas malvadas combinaciones frustras, aquellos cuya fatuidad o cuyas pretensiones no contentas. ¡Ríete de ellos! La posteridad te hará justicia, porque perdonará los defectos, que, como todo hijo de vecino, tengas, en favor de los servicios que prestes.
Ríete igualmente de conservadores y liberales, ora sean éstos llamados moderados, ora puros: tu terreno es neutro: la política, sople del lado que quiera, aprovechará de tu instrucción y tus esfuerzos, y los hombres de recto juicio y sanas intenciones, cualesquiera que,.,sean sus tendencias orgánicas, o su educación política, te sabrán agradecer que pongas orden en ese caos que entre nosotros se llama hacienda. Nadie de buena fe te podrá negar ni capacidad para ello ni energía, sabiendo tus actuales trabajos.
La posteridad, si persistes en el buen camino, y te dejan andar, como es de esperarse, en bien del país, hará la recompensa de la ingratitud que, como tan común en las repúblicas, se les echa en cara con justicia.
¡A Dios, hermano! ¡El te sostenga y ayude a hacer ver a los que voluntariamente dudan de ello, que puedes hacer mucho bien a México, como yo lo creo!
Te ama y estima mucho tu hermano. Melchor.
[Pola, t. II, pp. 297-299].
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