Los asteroides también se llaman planetoides o planetas menores, denominaciones que se ajustan más a lo que en realidad son. Estas últimas denominaciones incluyen también a los cometas y a aquellos cuerpos cuya órbita se encuentra más allá de la de Neptuno.
La mayoría de los asteroides que se hallan en nuestro Sistema Solar poseen órbitas semi-estables entre Marte y Júpiter, pero algunos son desviados a órbitas que cruzan las de los planetas mayores.
Hoy se estima que existen cerca de dos millones de asteroides con un diámetro mayor que un km tan sólo en el Cinturón Principal de asteroides; sin embargo, si se suman todas sus masas el total equivale sólo al 5% de la masa de la Luna.
Asteroides coorbitantes de la Tierra
Son asteroides que al acercarse a la Tierra permanecen capturados por la gravedad terrestre por algunos años y luego se alejan nuevamente. Actualmente se conocen dos cuerpos de este tipo: el 2003 YN107 y el 2004 GU9.
Riesgo de impacto con la Tierra
Los Asteroides Cercanos a la Tierra ("Near Earth Asteroids", NEAs) se dividen en tres categorías: Atenas, Apolos y Amores, siguiendo el nombre de cada prototipo (Atón, Apolo y Amor). Bajo ciertas condiciones sería posible un impacto con nuestro planeta. Si además consideramos a los cometas, generalmente menos masivos pero igualmente con gran poder destructor, tenemos a los NEOs o "Near Earth Objects".
Actualmente existen unos 4.000 objetos catalogados como NEOs, según NeoDys "Near Earth Objects - Dynamic Site", un proyecto de la Universidad de Pisa que proporciona información actualizada de este tipo de astros. Finalmente, si un NEA se aproxima a menos de 0,05 Unidades Astronómicas (7 millones y medio de kilómetros) a la Tierra, se le denomina PHA (asteroide potencialmente peligroso, por sus siglas en inglés). De ellos hay clasificados unos 800 en la actualidad y son los que representan un peligro para la civilización si en verdad alguno llegara a chocar contra el Planeta ya que afectaría de manera global al mismo. Sin embargo, los cálculos de las trayectorias y de cada aproximación a la Tierra tienen grandes incertidumbres, debido a que los elementos orbitales (semiejes mayor y menor, distancia mínima al Sol, excentricidad, entre otros) no se conocen con total precisión, de manera que cualquier predicción está sujeta a un margen de error apreciable.
De hecho, el PHA que durante los pasados años ha representado el mayor peligro, denominado 1950 DA, ya no se clasifica como tal y dejó recientemente de ser un PHA. Hasta hace poco se pensaba que existía cierta posibilidad de que impactara contra nuestro planeta en 2880; sin embargo, el refinamiento de los elementos orbitales ha permitido que nos demos cuenta de que tal evento no ocurrirá. Otros PHAs conocidos poseen probabilidades muy bajas de llegar a chocar con la Tierra. De hecho ninguno está por encima de la barrera del sonido (esto es, la posibilidad no es significativa). Lo que no quiere decir que en cualquier momento un cálculo más preciso de la trayectoria de uno de ellos, lo cual requiere observaciones precisas y continuadas, o el descubrimiento de un nuevo PHA, indique que el impacto llegue a ocurrir. De ahí la importancia de los grandes proyectos que coordinen observaciones sistemáticas del cielo y el mantenimiento de bases de datos actualizadas.
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