Instituto Mexicano del Petróleo
Si se pretende llevar a cabo una discusión seria sobre el destino de Pemex, se debe reconocer que tanto en el diagnóstico como en la iniciativa de reforma, elaborados por el Poder Ejecutivo, no está incluido ningún propósito de avanzar, así sea de manera parcial, en la autonomía científica y tecnológica del país en materia petrolera. Por lo tanto, no es de extrañar que para quienes elaboraron estos documentos no exista el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP).
Aunque ha sido fuertemente criticado, me parece muy importante que se haya realizado un diagnóstico sobre la situación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Pero creo que es válido preguntar, de manera respetuosa, a la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y al director de la paraestatal, Federico Reyes Heroles, ¿por qué se omitió al IMP en el documento? Quedan claras las insuficiencias y los retos que enfrenta la industria petrolera nacional, pero ¿por qué no forma parte de las estrategias para resolver estos desafíos el fortalecimiento de las capacidades científicas y tecnológicas de México?
Por el rechazo social a los propósitos fallidamente ocultos de la iniciativa de reforma, tanto el gobierno panista de Felipe Calderón como sus aliados en otros partidos niegan la intención de privatizar y prefieren hablar de modernización. Está bien, hay que modernizar Pemex para hacerlo más productivo y para que recupere la posición que tuvo hace algunos años a escala internacional. ¿Pero acaso para lograr esos objetivos sólo hay que pensar en el conocimiento y las habilidades externas? Si es así, la modernización se convierte en sinónimo de dependencia.
En la sociedad mexicana predomina un desconocimiento sobre las capacidades del IMP y en algunos medios de comunicación, de manera interesada, se dirigen inclusive ataques a este instituto. Se desconoce que sus investigadores han obtenido, desde 1968, numerosas patentes para productos que emplea Pemex. Desde los años 70 del siglo pasado, se han creado plantas de etileno, unidades criogénicas para la recuperación de etano, fraccionadoras de hidrocarburos licuables y terminales de almacenamiento y manejo de etileno, así como aditivos para gasolinas.
El IMP ha realizado estudios y proyectos de perforación, producción, manejo de fluidos e instalaciones para Cantarell. Ha participado en el diseño de plataformas habitacionales. Diseñó la planta semindustrial IMPEX, que coloca a México en la vanguardia para el procesamiento de crudo pesado. En el terreno del medio ambiente ha participado desde 1989 en el estudio de la calidad del aire en la ciudad de México.
En 1996 el IMP desarrolló el proyecto Diablo instrumentado, que es un ingenioso dispositivo con sistemas de navegación para la exploración y diagnóstico de ductos. Asimismo, ha desarrollado proyectos que se utilizan en otras naciones, como el aditivo catalítico IMP-IO-04, que se emplea en la refinería Amuay, de Venezuela. Desde 1986 cuenta con la capacidad para la explotación de yacimientos en aguas someras –lo que le permitiría, de contar con los recursos apropiados, avanzar en el mediano plazo hacia aguas profundas. Éstos son sólo algunos ejemplos de las capacidades de este instituto que podrían incrementarse si se le considerara como una de las herramientas para la modernización de Pemex, algo que desafortunadamente no ocurre.
No puedo dejar de decir que la defensa del IMP o la promoción de sus capacidades y potencialidad no surgen de la dirección del instituto. Su director, Héber Cinco Ley, nombrado durante la administración de Calderón, se comporta de forma extraña y retraída, cuando éste es el momento de la industria petrolera nacional y, por tanto, es el momento del IMP.
Por otra parte, me parece de mal gusto la comparación entre el actual director de Pemex y su padre. Son hombres distintos a los que ha tocado vivir circunstancias diferentes. Ambos han sido y son importantes intelectuales mexicanos, dignos de mi mayor respeto. Hecha esta aclaración, quiero citar las palabras de Jesús Reyes Heroles padre del 18 de marzo de 1965, fecha en la que dio poder de decisión a un grupo de ingenieros que constituían la llamada Generación del 38, para que dieran forma a la iniciativa de crear lo que en adelante sería el Instituto Mexicano del Petróleo:
“… Lo necesitamos, incluso para aprovechar el saber técnico del exterior. La información científica en esta materia es decisiva, y por ello la inversión que se realice, siendo intangible, es altamente productiva.”
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