Carta Abierta
Tepic, Nayarit, 12 de febrero de 2008
Señor Guadalupe Acosta Naranjo
Secretario General del CEN del PRD y
Cacique perredista en Nayarit
Estimado Guadalupe:
Lejano del asombro, muchos somos los que vimos de nuevo tu entrega atañida y mercenaria a los intereses de los millonarios que cuando desgobernaron a Nayarit, se dieron vuelo robando a dos manos el erario que el pueblo les puso a su disposición; no logramos entender –pero si los comprendemos— los motivos crematísticos que tuviste y tienes para darle otra vuelta a la tuerca de la indecencia que anida en tu alma gitana, pues tus antiguos aliados del 1999, prefirieron abandonar a quien los trató con las patas cuando fue la autoridad en este pobre estado, que volver a impulsar a los inescrupulosos que se multiplicaron sus fortunas a costillas de los ingenuos que creyeron en las promesas de los políticos que dejaron el morral y se fueron a la cargada, pues estuviste, Naranjo, en contra de los ricos hasta el mismo día en que acabaste convertido en uno más de ellos.
Es imposible sostener la teoría descabellada de que primero son los intereses del partido que los conceptos morales de cualquier hombre bien nacido, para nadie pasa desapercibido que la persecución que emprendió Antonio Echevarría en contra de todos aquellos que le prestaron su universo para llegar a la gubernatura, fue puntual, despiadada y contumaz; uno de los que sufrieron en carne propia esta venganza, fuiste tú, precisamente, pues acabaste encarcelado por un delito electoral y fuiste pasto de las plumas anodinas de los periodistas al servicio del borrachín Echevarría Domínguez.
Por eso, cuando los reporteros te preguntaron apenas anteayer que si el encarcelamiento que sufriste no era causal de alejamiento entre el PRD y el ramplón Antonio Echevarría, con todo el cinismo que pueda tener una persona que jamás ha conocido la vergüenza –y que en los próximos cien años no tiene planeado conocerla— contestaste que “Las diferencias entre Toño y Naranjo están juzgadas por la historia, lo que yo dije y lo que dijo Toño de mí, es imposible de cambiar, pero no les voy a hacer el juego a los que son los más interesados en que me acuerde lo que pasó hace seis años o nueve años, que lo que queremos hacer pa’ delante, no me voy a prestar a tratar de sacar un pleito personal por encima de los intereses del partido, lo más importante es la unidad y ahí se frotan las manos pensando que voy a poner el hígado por delante”. Mira que a gusto.
Por primera vez en mi vida, no disiento con tu forma de pensar y de exponer tus debilidades, pues es público y notorio señor Naranjo, que dejaste a buen recaudo el uso del hígado y sus jugos hepáticos; sin embargo, aún salvando el hígado, perdiste las nalgas, que fue precisamente lo que entregaste al aliarte con tu antiguo enemigo personal y de clase.
¡Ay, Naranjo! A leguas se nota que eres un hombre que vive a expensas de las sobras que avientan los poderosos de las cubiertas de sus mesas, y en tu calidad de expósito, poco le puedes dar de buen ejemplo a la sociedad, a la juventud y al ejercicio de la política. ¡Qué bueno que seas tan traslúcido y tan diáfano! Pues con esas palabras te retratas de cuerpo entero, y sale a la luz pública lo que siempre has sido: un vividor de la política, un trashumante de la venta de la conciencia y un homúnculo que cambia sus ideales por algo tan tangible como el dinero.
Quien debió ponerse morado de coraje cuando lo mencionaste al ponerlo como parteaguas de tu inmoralidad, con toda seguridad fue el inventor del sistema constructor de las tridilosas, nos referimos a Heberto Castillo, a quien pusiste como ejemplo de seguir para adelante y olvidar el pasado; debo recordarte Naranjo, que siempre he admirado a los hombres, y Heberto era hombre, no remedo como tú, pues a pesar de la cárcel, y de que el sistema le ofreció un sinfín de concesiones para paliar el autoritarismo a que fue sometido, jamás transigió ante el poder, jamás vendió su idealismo, incluso documentó su azarosa vida en biografías, y fue objeto de homenajes por parte de tiros y troyanos, pero nunca se doblegó, mucho menos pronunció jamás las acomodaticias palabras de que transigía por el partido. A otro perro con ese ruñido hueso.
Y mientras Heberto fue un eficiente paladín de los ideales y por eso fue objeto de toda clase de reconocimientos y aprecios, tú en cambio, Naranjo, eres recipiendario del desprecio más profundo de la sociedad, de tus mismos correligionarios y de la clase política que se ríe de tu “inteligencia” surgida de los comics de Los Agachados; eres un pobre sujeto que tienes un coeficiente intelectual a la altura de Corín Tellado, de Bárbara Cartland, de Cuauhtémoc Sánchez, de Og Mandino y de toda ese bolillo de intelectuales de botadero –así se le llama a los libros que ponen en las entradas de las librerías a precio de remate y que son comprados a bajos precios por individuos de tu calaña para ilustrar las paredes de las salas, y no para leerlos—, pues no existe una sola acción que convalide tu apetito por el dinero fácil, pues como prostituta de la política, no eres más que otro de los barbajanes que, salidos de los arroyos de la pobreza, al probar el influjo del poder y del dinero, cambiaron hasta el modito de andar y, tal y como lo dice Paquita la del barrio –acudimos a esta excelsa dama para estar a la altura de tu filosofía y praxis— quien en una canción de rompe y rasga acepta que no hay mejor lubricante para el amor tarifado, que el dinero contante –porque se puede contar— y sonante –porque suena, y al sonar, aparecen los marranos de la política, así como aparecen los marranos cuando alguien les suena el maíz dentro de un bote.
Es meridianamente claro que no quieres mirar hacia atrás por miles de poderosas razones, sin embargo, Naranjo, cuando hablas del pasado aseguras que “lo que dijimos cada quien lo dijo, él –Toño Echevarría— tuvo el derecho de decirlo y yo no me arrepiento de lo que hice ni de lo que dije—; tratas con toda la inmundicia que pueda darte la incongruencia, pasar por alto el que Toño no dijo nada, simple y sencillamente te metió a la cárcel para darte una lección y para que aprendieras que los ricos son dueños de aquellos que no tienen vergüenza, que no tienen filosofía y que no tienen otra cosa que vender que no sea el culo, en pocas palabras, gente como tú.
Es una pena que tengas acudir a la boruca para tratar de justificar tu exceso de amor sobre el dinero; resulta imposible de creer que un hombre, quien supuestamente fue criado bajo las banderías de la izquierda, lector incansable de Marx y de Engels, acaben por olvidar que durante el sexenio anterior te dieran una sonora patada en el culo por negarte a firmar una compra millonaria que iba a beneficiar a la agencia Dodge propiedad de quien te dio el hueso, y cuando por primera vez trataste de ser honesto, te mandaran a la chingada, y culminaron tu vergonzoso cese fulminante metiéndote a la cárcel; también resulta incomprensible que mientras el pueblo no olvida que durante el anterior sexenio, los únicos que lograron beneficios millonarios no fueron precisamente los honorables miembros de la gleba perredista, sino los amigos, parientes y compadres de Toño Echevarría.
Es tanto lo obtuso de tu mirada, amado Naranjo, que los billetes que te metieron por salva sea la parte, te convirtieron en invidente, pues no te das cuenta que ahora andas de la mano y por la calle con los mismos canallas que demostraron ser unos ladrones, y que se hicieron más ricos robando a la sombra de Toño, mientras que a ti te metían a la cárcel para que aprendieras de qué color pintaba el verde. ¿Ya se te olvidó que la ahora “perredista” Gricela Villa en su programa de televisión en el canal del gobierno, te bañó de improperios en comunión con Tello?.
A este columnista, que ni por asomo lo pueden ubicar dentro del perredismo, le da pena ajena el ver a individuos de tu calaña, quienes por dinero son capaces de vender a hasta la misma mamacita en abonos, sin enganche y para empezarla a pagar en febrero; quién cree, Naranjo, en los amores que dices sentir por el partido que te dio vida, tan fácil que sería aceptar que vendiste tu dignidad por un puñado de dinero, y así dejaras de tratar de aparentar ser hombre probo, casto, honesto y luchador, cuando en realidad vendiste el PRD por tres razones: dinero, dinero y más dinero.
Por los anteriores motivos, es injusto que ahora nos salgas con la terrible novedad de que eres la nueva Madre Teresa de Calcuta, y al igual que el Cadete Escutia, te envuelves en la bandera de la dignidad y te lanzas al vacío, cuando no conoces nada de esto, como bien lo aceptaste en la entrevista que te hizo Marcos Trujillo, donde manifestaste que cuando se trata de arreglos políticos primordiales –dinero, en buen romance—, ni la dignidad ni las ofensas cuentan. No cabe duda, eres un avezado lector de Sócrates, se te nota en los conceptos que manejas con más habilidad que una máquina de contar billetes.
Si alguien quisiera retratar tu espíritu político y de hombre, estas palabras bastarían para descubrir la verdadera esencia de tu ser, y desde esa perspectiva, podemos ver sin impedimentos de ninguna especie, que has mejorado mucho, solamente te falta que grites, al igual que en la Casa Esther cuando una hetaira se metía con un cliente: ¡Trabaja toalla y jabón para el cuarto ocho! Bien lo dijo Julio Jaramillo: Todo tiene precio, todo es cuestión tener el dinero suficiente y un fondillo ardoroso. Cómo el que tú tienes Naranjo, nada más, pero tampoco nada menos, como el que tú tienes.
Recibe los parabienes de mi admiración distinguida, y que el dinero te dure muchos años, pues no pasarán muchos días para que te pase lo mismo que le pasa a las putas viejas, que empiezan a bajar de precio y al final acabarás pagando tus glorias fementidas.
Sinceramente,
Edgar Arellano Ontiveros
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