El caso de la ubicación de El Chapo Guzmán es muy sintomático, pues hay miles de personas en Durango que saben sobre su paradero (salvo los negligentes funcionarios encargados de aprehenderlo, claro). Pero lo mismo puede decirse en temas mucho más cotidianos y cercanos. Citemos algunos ejemplos:
1. Sale uno a casi cualquier calle del DF y se cruza con docenas de taxis pirata circulando con placas particulares. ¿Por qué las autoridades no los detienen? ¿Será que no los ven?
2. Se sube uno al Metro y afuera de casi todas las estaciones se venden todo tipo de productos pirata, violando las leyes de derechos de autor y de propiedad intelectual. ¿Será que las autoridades tampoco se suben al Metro?
3. Hay colonias enteras en muchas entidades federativas que están asentadas en terrenos “irregulares” o aun en reservas naturales. Se trata de cientos de miles de viviendas perfectamente visibles. ¿Se ha sabido de una demolición de alguna vivienda, de una sola, por violar los ordenamientos de uso de suelo o medioambientales?
4. En muchas ciudades medianas y pequeñas de la República hay cientos de tiraderos de basura a cielo abierto, muchas veces ubicados junto a transitadas carreteras. ¿Tampoco los funcionarios responsables conducen por esas rutas?
5. El gobierno mexicano se queja frente al de Estados Unidos por el tráfico de armas que cruzan todos los días la frontera. ¿Alguien ha llamado a cuentas a los directores de las aduanas mexicanas? ¿Algún lector ha visto una comparecencia ante las cámaras del Congreso de algún alto funcionario para hablar del tema?
6. El fraude fiscal es el deporte más practicado en México. Cada año se produce un daño al erario público que suma miles de millones de pesos. ¿Dónde están los responsables de la depredación fiscal? ¿Qué pasa con los gobernantes —sobre todo en el nivel municipal— que dejan de perseguir a los incumplidos y les ofrecen incentivos para que sigan sin pagar?
7. Cualquier persona que se pare en una agencia del Ministerio Público verá sin mayor esfuerzo la tupida red de coyotes y funcionarios corruptos que la rodean, por no hablar de las llamadas madrinas que apoyan a los policías ministeriales en tareas que van desde buscar el café cada mañana hasta practicar actos de tortura. ¿Cómo es que no se ha logrado una depuración de las agencias y un mejoramiento en la atención al público? ¿Por qué no se ha podido terminar con la mordida que envilece todo el sistema de procuración e impartición de justicia en materia penal?
8. Hay docenas de denuncias sobre los abusos del Ejército en su lucha contra la criminalidad organizada (torturas, ejecuciones, allanamientos, detenciones arbitrarias y un largo etcétera). ¿Por qué su comandante en jefe no les pone un alto, cuando la CNDH ha documentado detalladamente tales atropellos?
Se trata de casos para cuya identificación no hace falta ser experto ni haber sido entrenado en la academia “García Luna” de formación policiaca. Nada de eso. Hace falta solamente salir a la calle sin guardaespaldas y tener un poco de sentido común.
Lo peor de todo es que las autoridades, en vez de por lo menos fingir que no saben dónde está El Chapo, le dicen al obispo que presente formalmente su denuncia o mejor se calle. Y luego todavía se preguntan por qué los ciudadanos desisten de denunciar en 90% de los casos en que son víctimas del delito. No hay forma con esos políticos que tenemos. Son una calamidad pública, sin distingo de partido.
www.miguelcarbonell.com
Investigador del IIJ-UNAM
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