No será fácil para Roberto Hernández, para la dupla Carlos Hank Rohn-Roberto González Barrera, para Carlos Slim Helú o para cualquier otro que quiera. Banamex es un banco bondadosísimo que ha derramado cientos de millones de dólares a sus accionistas. Es público que en estos momentos está bastante sano: su utilidad neta a septiembre de 2008 fue de 5 mil 956 millones de pesos; al cierre de diciembre de 2007 llegó a 18 mil 895 millones. ¿Quién no lo querría? Como le hemos dicho aquí: no es que lo quieran vender, es que lo deben vender… si el gobierno aplica el artículo 13 de la Ley de Instituciones de Crédito. Ayer circuló por varias fuentes que los Hank-González están apoyándose en la cúpula de los senadores del PRI. Nos dicen que Alejandro Valenzuela, director general de Banorte, se está moviendo a todos los niveles; recuerde que Valenzuela es “hijo” de Guillermo Ortiz, titular de Banxico. Cuidado, Hank-González-Manlio Fabio, porque Roberto Hernández no está tan mal parado. Este enfrentamiento, en el que cada vez se descarta más a Slim, será de antología.
Por cierto: ayer nos dijeron que Andrés Manuel López Obrador está enojado; que ya comentó que no dejará que Roberto Hernández recompre Banamex. Así. Y cuidado, que este sí es pleito personal. AMLO acusa a Hernández de no haber pagado un peso de impuestos por la venta de Banamex a Citicorp en 2001, por supuestos pagos de favores al entonces presidente Vicente Fox. Lo acusa de dos rescates, y de no haber vendido un solo activo para pagar el dinero que le inyectó el gobierno mexicano. El líder tropical puede sumar un tercer rescate a su argumentación: el que hace el gobierno de Estados Unidos a Citigroup actualmente. Por eso le decíamos: lo de Banamex será de antología.
Nos cuentan que ayer se le puso difícil al presidente Felipe Calderón. En su gira por Baja California, se encerró con empresarios; con el alcalde de Tijuana, Jorge Ramos Hernández, y con el gobernador, José Guadalupe Osuna Millán. La idea no era debatir, pero los empresarios se pusieron bravos. Pidieron seguridad y disminución de impuestos (lo que quiere todo mundo), y presionaron a Calderón a dar respuesta. Lo bueno es que tanto el alcalde como el gobernador son panistas, si no, imagínese…
Apunte final: “Reconozco plenamente que cometí errores”, dijo uno. “Le reitero mi fidelidad”, señaló el otro. No eran Luis Téllez y Juan Molinar. Eran Felipe Pérez Roque y Carlos Lage en sus penosísimas, sovietiquísimas cartas públicas días después de que su destino fuera aplastado por los Castro, en Cuba.
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