La reforma que (casi) no fue
Jorge Zepeda Patterson
l Universal
Domingo 06 de abril de 2008
El gobierno de Felipe Calderón está haciendo un último y desesperado esfuerzo para sacar adelante alguna reforma energética. Y digo alguna porque luego de tantos coscorrones el Presidente se daría por bien servido con cualquier modificación del régimen sobre el que opera Pemex; cualquier pretexto que le permitiera mostrar que no habría salido derrotado de esta que ha sido la principal batalla política del sexenio.
Lo paradójico es que, por razones difíciles de entender, el propio Calderón sembró de minas el terreno que habría de recorrer. Para un hombre con el oficio político que se le atribuye resultan inexplicable los disparos al pie en los que ha incurrido:
Sobrepolitización. El Presidente decidió convertir a su secretario de Gobernación en cabeza de la negociación de la reforma, lo cual sobrepolitizó el debate de manera innecesaria. Lo que tendría que haber sido una discusión de argumentos técnicos y económicos terminó convertido en una medición de fuerzas entre actores políticos.
¿Pero qué creía el Presidente? ¿Que sus rivales iban a conceder a su delfín un triunfo político que le permitiera arrancar con fanfarrias su precandidatura presidencial? Lo primero que hizo Manlio Fabio Beltrones, mandamás del Senado y aspirante a la misma silla presidencial, fue acribillar al proyecto y a su personero para que la reforma quedara cancelada o, al menos, para que triunfara por vía distinta a la de Bucareli.
Pérdida de la opinión pública. Colocar a Camilo Mouriño al frente significó la pérdida de la batalla por la opinión pública. Calderón sabía de la desconfianza que muchos mexicanos abrigan, por razones reales y ficticias, hacia la penetración del capital privado tanto nacional como extranjero en el patrimonio de la nación.
Y no obstante, para convencernos de lo contrario responsabilizó a un personaje cuyos principales atributos frente al imaginario popular es que es “español” y su familia se ha enriquecido como concesionaria de Pemex. El Presidente está convencido de lo contrario, pero ¿cómo ignorar la natural desconfianza de la opinión pública? Es tan obvia la contradicción que llevaría a pensar en un acto de provocación o de soberbia ciega.
¿No sabía que le estaba tendiendo un puente de oro a López Obrador para regresar a la escena pública luego de un año de cuasidestierro?
Dicho sea de paso, el regreso de AMLO no pudo ser más desafortunado para Calderón porque se dio justo en las semanas previas a la elección interna del PRD. Es muy probable que sin tal reposicionamiento nacional de El Peje, Jesús Ortega, cabeza de los moderados, presidiría hoy el partido.
Eso le habría permitido a Calderón disminuir su codependencia política con el PRI, porque seguramente Los Chuchos le habrían permitido llegar a algunos acuerdos legislativos sin pasar por el tricolor. Su debilidad por Mouriño le costó al Presidente comprometer futuros márgenes de gobernabilidad.
Ausencia de Hacienda. ¿Qué habría pasado si Agustín Carstens hubiese coordinado los esfuerzos para sacar adelante la reforma energética? No hay mejor manera de aproximarse a los actores políticos que desde la solidez de un interlocutor que no es rival y que está investido de la autoridad que proporciona el hecho de saber más que ellos de la materia que se discute.
Los secretarios de Hacienda suelen gozar de un respeto entre los legisladores que el resto de los ministros no disfruta. Algo tendrá que ver la sensación de vulnerabilidad que todo mexicano padece con respecto a sus finanzas personales y el pago de impuestos. Será el sereno, pero lo cierto es que incluso los líderes de la oposición prefieren emprenderla contra el Presidente que contra “Dolores”.
Un gobernador priísta puede desairar al secretario de Gobernación como parte de su estrategia política, pero se lo pensará dos veces antes de irritar al señor de los dineros, de quien depende la liberación de las partidas que necesita.
Por lo demás, Carstens tenía más motivos para encabezar la gestión de la reforma energética que el propio Camilo Mouriño. Después de todo, nuestras finanzas públicas están petrolizadas; un desplome de los ingresos de Pemex en el mediano plazo provocará una crisis del erario que necesariamente habrá de traducirse en un aumento de impuestos y/o reducción del gasto público.
Es decir, la crisis energética “pegará” a los mexicanos en primera instancia por vía de una crisis en las finanzas públicas. No es causal que la Secretaría de Energía se ubique en el gabinete económico, cuya cabeza es, justamente, el secretario de Hacienda.
Pésima estrategia de comunicación. Todo indica que el gobierno creyó que podría sacar la reforma energética como obtuvo la del ISSSTE y la fiscal: sin involucrar a la opinión pública y en estricta negociación con los directamente afectados. Eso explicaría la tardanza en la presentación del diagnóstico o en la difusión del spot.
El gobierno subestimó la relevancia que el petróleo tiene (expropiación incluida) como factor de identidad y pertenencia entre los mexicanos.
Cuando quiso reaccionar, la mayoría de los actores políticos ya había tomado posición en contra de una reforma amplia o ambiciosa. Antes de que el gobierno pudiera esgrimir los argumentos a favor, el grueso de la opinión pública había dado un veredicto no necesariamente en contra de la apertura, pero sí de los alcances de la misma.
El gobierno de Calderón hace hoy esfuerzos denodados para sacar adelante una reforma a la que boicoteó consciente o inconscientemente. ¿Error de cálculo o estrategia calculada? Juzgue usted mismo.
www.jorgezepeda.net
Economista y sociólogo
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