Carlos Puig
Pemex después de Mouriño
El presidente Felipe Calderón envió un mensaje claro el jueves en la noche, en voz de su secretario de Gobernación entrevistado por Joaquín López-Dóriga y el viernes en blitz mediática: no pasarán.
Las firmas de Juan Camilo Mouriño son legales y todo es culpa de la conspiración de aquellos que quieren que a México le vaya mal. Después de una semana de pensarlo, ésta fue la respuesta de Los Pinos. Un manotazo en la mesa.
Inédito después de meses de aguantar calladito la metralla e insultos del adversario. Es inútil discutir la minucia del asunto Mouriño. Como en tantas otras ocasiones, lo más posible es que el asunto transite ahora por los vericuetos del ineficiente aparato judicial o las comisiones legislativas diseñadas más para el show que para la rendición de cuentas.
Calderón ha optado por subirse al ring. Lo que no se sabe es cuál es el costo para lo que quiera hacer el resto del sexenio. Su enlace con las fuerzas políticas del país ha quedado tocado. Lo que no logró la horrorosa campaña xenofóbica lo hicieron un par de documentos y la tardía respuesta del gobierno.
Mouriño está tocado, nada peor para un negociador que llegar a la mesa vulnerable. El PRI, experimentado en estos quehaceres, ha boicoteado la comisión investigadora del Congreso. Qué mejor que sentarse a la mesa con un secretario de Gobernación cuestionado. Juan Camilo Mouriño y el Presidente les deben una, ya habrá tiempo para cobrarse.
Por la sustancia del cuestionamiento, la primera víctima podría ser la reforma energética pretendida por Los Pinos. Pero mal haría el Presidente en actuar como tantas veces lo hizo su antecesor y abandonar el proyecto sólo porque hoy resulta imposible obtenerlo todo. Abandonar a Pemex y renunciar a la exploración de nuevos yacimientos sería un suicidio, más aun después de la tímida reforma fiscal aprobada el año pasado.
El debate de la reforma energética y la transformación de Pemex se concentra en torno a una cuestión fundamental: cómo se van a lograr explorar y explotar los yacimientos petroleros en aguas profundas que sustituyan yacimientos que han comenzado su decadencia natural. Ninguna de las partes discute la necesidad de ir por este petróleo.
Desde el sector oficial, se insiste en que la falta de recursos hace necesario invitar a empresas privadas, sobre todo extranjeras, que ya tienen la tecnología a que se alíen con Pemex. La manera en que estas compañías aceptarían colaborar es con base en contratos de riesgo en donde la empresa privada es en parte beneficiaria de las reservas y podía contabilizar esas reservas como suyas ante Wall Street y sus inversionistas.
Hasta hace un par de años, esto era cierto, ninguna compañía del mundo vendría a explorar pozos si el riesgo no era compensado con reservas. Pero este principio que parecía inmutable está cambiando. Y todo comenzó en octubre de 2006 en Rusia.
Para explicarlo, reproduzco algunos fragmentos del artículo que escribiera Steve LeVine, periodista del New York Times y el Wall Street Journal y autor del libro El petróleo y la gloria, para The New Republic. En octubre de 2006, Rusia anunció que había decidido explorar y desarrollar por sí misma, a través de la compañía estatal Gazprom, los más grandes campos de gas natural del planeta en las aguas del ártico. Una zona conocida como Shtokman.
En otros tiempos, el anuncio hubiese provocado la hilaridad de las grandes compañías petroleras. Gazprom apenas tenía la tecnología para mantener sus campos activos. ¿Cómo iba a penetrar las frígidas aguas del Ártico? Gazprom sabía que no tenía esa tecnología, lo que haría, era contratar a una de las grandes petroleras para que hiciera el trabajo. Contratarlos como quien contrata a un empleado.
Ese simple anuncio, cambió décadas de ortodoxia en la industria petrolera, según la cual no importaba en qué país estuviera el yacimiento, gracias a contratos de riesgo, las petroleras podían acreditar en sus libros, parte de esas reservas como suyas. El volumen de reservas acreditadas, es el más importante componente en Wall Street para dar valor a una empresa.
Al principio se pensó que nadie le entraría al nuevo arreglo. Pero la francesa Total y la noruega StatoilHydro, aceptaron las condiciones de los rusos. ¿Porqué lo hicieron? LeVine documenta como en el mundo contemporáneo, las grandes empresas petroleras han comenzado a perder reservas acreditadas y cómo cada vez más, los gobiernos de países productores se están haciendo del control de sus reservas.
Hoy en día, países como Venezuela, Arabia Saudita, Rusia y otros, controlan entre 80 y 90 por ciento de las reservas petroleras y de gas del mundo. Las privadas tienen que aceptar nuevos modelos de negocio para seguir creciendo. Y el ejemplo de Shtokman ha demostrado que podrían no ser necesarios los contratos de riesgo.
La única condición es la velocidad. El mundo no espera que la política mexicana aliviane sus entuertos. La respuesta en el caso Mouriño no puede quedarse ahí. Si Calderón ha decidido subirse al ring más vale que lo haya hecho para lograr beneficios concretos para quienes gobierna y no sólo para defender a su amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario