sábado, 23 de febrero de 2008

Milenio: PEMEX


Izquierda y petróleo


Rosario Robles:

Frente a la posibilidad de una reforma energética, en la izquierda se han presentado dos grandes opiniones. En realidad en el fondo dichas posturas no divergen sustancialmente, pues coinciden en cerrarle el paso a la intención de privatizar una industria estratégica que es patrimonio de los mexicanos. Pero si bien ambas se nutren de esta causa común, difieren en la manera de enfrentar una realidad que exige respuestas inmediatas.
En la lógica de López Obrador, ni siquiera debe abrirse paso a la discusión pues dicho proceso simplemente constituye una trampa para asestar el golpe privatizador. Ya vendrán mejores tiempos para impulsar desde el gobierno los cambios necesarios. Mientras tanto, el tema no deja de ser para el tabasqueño una plataforma envidiable para seguir construyendo el movimiento que le dé sustento a su candidatura presidencial en 2012.
El eje gira en torno a una persona y sus aspiraciones políticas que, por muy legítimas que sean, no debieran de ninguna manera subordinar las necesidades del país. Por lo demás, no deja de ser contradictorio el hecho de que, durante la campaña presidencial, en su proyecto alternativo de nación, AMLO sostuviera la necesidad de transformar a Pemex y de incorporar incluso al capital privado en la petroquímica (postura ratificada por Rogelio Ramírez de la O, quien seguramente sería su secretario de Hacienda) y que hoy promueva como respuesta simplemente la negativa a cualquier discusión.
Por otro lado, Cuauhtémoc Cárdenas sostiene que, sin necesidad de reforma constitucional, es posible y necesario modernizar el sector energético, pues el modelo que predominó en los últimos años está agotado con serias consecuencias para la economía y soberanía del país.
La autoridad moral y el conocimiento sobre el tema son indiscutibles en este caso. Pero más allá de eso, 70 años después de la histórica explotación petrolera, lo que predomina en la visión cardenista es la perspectiva del estadista, del hombre que es capaz de colocar en el primer plano un debate que tiene que ver con el proyecto nacional, más allá de intereses personales y políticos. Cárdenas se opone radicalmente a la privatización, pero sabe que ese camino se impondrá por quienes la desean si la izquierda no es capaz de presentar una propuesta inteligente, moderna, a la vez que nacionalista y soberana. Conoce los tiempos y, en consecuencia, reconoce que este debate es inaplazable porque de seguir por este camino nuestras reservas se agotarán en pocos años y de no fortalecer la industria petrolera se tendrá que recurrir cada vez más al expediente de la importación de gasolinas y otros derivados a precios muy caros. Claro como es, enfatiza que frente a la necesidad de ampliar las tareas de exploración de nuevos yacimientos (aún en mares más profundos) y de modernizar la infraestructura para la refinación o la petroquímica, lo único que se requiere es garantizar que los cuantiosos recursos que genera Pemex (sobre todo ahora que los precios del petróleo están tan altos) se canalicen a la paraestatal para su modernización y desarrollo tecnológico.
La autonomía de gestión para dicha empresa y, en consecuencia, la necesidad de una verdadera reforma fiscal que no tenga como único sustento el ingreso petrolero, constituye una solución viable y eficaz, frente a quienes consideran que sólo la inversión privada es capaz de garantizar un crecimiento del sector. Esta discusión no excluye la participación del capital privado que, bajo la rectoría del Estado, podrá participar en aquellos rubros en lo que no se ponga en entredicho la soberanía. En pocas palabras, para Cuauhtémoc Cárdenas la definición de una nueva política petrolera es urgente porque el país no puede esperar.
Su postura, no está de más decirlo, representa una bocanada de oxígeno y la certidumbre de que, desde la izquierda, es posible impulsar una posición firme, vigorosa, que, acompañada de la movilización, es capaz de atender y resolver los grandes problemas nacionales.
Ser… o neceserOnce edificaciones patrimoniales fueron destruidas en nuestro Centro Histórico con toda impunidad, afectando con ello su condición de Patrimonio de la Humanidad. Esta situación a todos nos debería indignar.

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